Día 195
Es increíble el sentido que pueden tomar las cosas cuando tú marcas el principio y el final.
Disfrutaba de su mar sin tormentas,
de las vistas, el olor y la calma.
Aunque eso último le empezaba a asfixiar.
Ya que el viento no podía atravesar
la botella de cristal
de un mensaje sin destino
flotando a la deriva.
Eso demuestra
que no estás a la altura de sus inseguridades.
Es hora de volar más allá,
por el cielo que tus méritos han iluminado.
Era apenas un adolescente
y se sentía invencible.
A todos,
menos a ellos mismos,
les sorprendió que su amor muriera tan joven.
Juraría que la había visto caminando por la tierra.
El lobo solitario seguía buscando cada noche a la luna,
con la certeza de que acabaría por encontrarla.
Por transmisión directa,
la canción que sigue a tu favorita,
acaba por volverse especial.
Lo mismo pasa con mirarte
justo antes de irme a dormir.
El barco quería dejarse llevar por las olas;
las velas ansiaban seguir al viento;
la capitana solo buscaba enfrentarse a su tormenta.
-No te enamores de mí – decía – no me quieras porque dentro solo tengo hielo.
Pero nunca le escuchaban.
Antes de llegar el verano
todo llegaba a su fin
y nadie encontraba amor
entre los restos de aquel muñeco de nieve.
Te hiciste guerrera antes que princesa
por eso siempre tendrás dentro
una pelea de dudas
sobre quién reina en tu cabeza
cuando se te acaben los superpoderes.
Lo bueno de la lluvia
es que puede ser:
nostálgica,
relajante,
refrescante,
purificadora,
conveniente…
Pero siempre es la misma.
El gusto diferente se lo ponemos nosotros.
Tú esperabas incondicionalidad sin nada a cambio, como saltar en paracaídas sin haber realizado el debido cuidado.
En el antiguo reino de la mentira,
la pena de cárcel se sustituyó
por el peor de los castigos:
La cruda e invariable verdad.
-Esas cosas no se buscan, surgen solas. Cuando menos te lo esperes alguien aparecerá – decía la luna.
-Eso espero, así dejaré esta amargura y ese día estaré por fin encantada – le respondía la casa del final del camino.
Que lejos queda todo cuando te apartas de ti misma.
Cuando ya no queden pétalos
ni agua, ni hojas,
ni maleficios, ni magia
la única bestia remanente
será el arrepentimiento
anclado a tu caja
de cristal.