El pozo de los deseos
está lleno de sudor, lágrimas y tiempo.
Que no te cuenten cuentos.
Encajamos más de mil disparos
en este mar de dudas.
Piratas del destino,
saqueadores de recuerdos,
acabamos tocando el mismo fondo submarino.
Náufragos de nuestros sueños,
sedientos de aquellas promesas
y obligados eternamente
a no dejar nunca de pisar tierra firme.
La confianza es un poco como avanzar en la oscuridad,
tengas los ojos abiertos o cerrados,
tienes que saber que si tropiezas,
alguien te va a sujetar de caer entre las sombras.
Lanzaba su suerte al cielo
para que el destino hiciera tiro al plato.
Repartía los restos entre los suyos.
Repetía el proceso.
Aquel sería su legado.
No dependía de su formación, naturaleza o procedencia.
Solo coleccionaba las piedras
con las que volvería a tropezar
otra vez.
Huyes
pero no te vas.
Callas
pero el silencio no llega.
Mientes
y la verdad se esconde conmigo.
Olvidas
y tu recuerdo se queda para siempre.
Él echó raíces,
ella echó alas
y en su nido seguían felices juntos
sin renunciar a sus naturalezas contrarias.
Algunos senderos de huida no entienden de caminos de regreso.
Es por ello que los mejores comienzos tienen siempre un nuevo punto de partida.
La respuesta había olvidado su pregunta y buscaba su razón de ser.
A la larga comprendió que nada en esta vida tiene una única solución.
La vi llorar muchas veces
era como escuchar porcelana caer,
algunos hablaban de fragilidad,
pero yo nunca he visto a una muñeca recomponerse
con la facilidad del hierro
ardiendo en su fuerza interior.
Se movía con la elegancia y la decisión, de aquel que sabe, que cualquier paso en falso hará que su derrumbamiento interior provoque un alud en su exterior.
Ya no queda nada en mi cajón de relatos. La realidad sigue pasando facturas, a un precio que tiende infinitamente a cero. Y en la ausencia de alegría y de tristeza, hasta las palabras tienen miedo.
Cuando se dio la vuelta,
su idéntica copia salió del espejo
dejándola atrapada tras el cristal.
Y su reflejo se atrevió a vivir la vida,
con la valentía que a ella le había faltado.
La curva de la felicidad
es la distancia emocional
que necesita recorrer tu boca
para sonreír en una foto.