No tengas miedo de las armaduras desgastadas y oxidadas, son el fiel reflejo de que alguien quiso proteger su interior, del mundo, a capa y espada.
Somos los mismos viejos enemigos
que firmaron un tratado de distancia,
pero que son atraídos una y otra vez a la batalla.
Porque el amor es la guerra
y el cuerpo contra cuerpo
nuestra casa.
Sin dejar de recibir balas
caminas con los brazos en alto
porque tú solo claudicas
si recibes un flechazo.
Discutimos con nosotros mismos
más que con nadie en este mundo
y nunca sabemos, a ciencia cierta,
qué parte ha ganado el conflicto.
Cuántas veces llamé
al azar, casualidad;
y a esta, coincidencia;
a la coincidencia, suerte;
que a su vez, nombré destino.
Y lo cierto es que solo existe una constante en esta vida.
Y la tienes
o la has perdido.
A veces abres una puerta
con los ojos cerrados
y del eco que regresa
ya sabes lo que hay dentro.
Lo nuestro fue un amor de cine,
una especie de reestreno
que a los pocos meses estaba
en un camión de embargos
viajando del Blockbuster al vertedero.
Con las personas pasa un poco como con los libros,
de algunos recuerdas una historia general,
de otros solo cierto sentido
y los que importan de verdad
se quedan para siempre contigo.
A veces, fruto del azar,
vuelvo a recorrer las mismas calles.
Me gusta imaginar que volvemos sobre nuestros pasos
y que, al contrario de lo que decía aquel poema,
nosotros los de entonces,
seguimos siendo los mismos.
Todos los pasillos
llevan a los mismos cuartos
y no hay nadie en ninguno de ellos.
Sigo oyendo tu risa,
de otro mundo,
divertida
y hasta macabra.
No sé dónde estarás escondida.
Pero en este cementerio de recuerdos,
olvidar es la única salida.
Cada uno a un lado
Se protegen sus heridas
alentando la hoguera del centro
un muro de fuego que les separa
mientras en el aire
el miedo los maneja
como un titiritero
que necesita el control
para seguir viviendo.
El teniente-coronel me ha prevenido de que salir sin chaleco en estos momentos podría ser un suicidio. Las calles están llenas de sentimientos perdidos.
Ten cuidado con los universos que creas en tu cabeza, hay veces que la vida no se acaba por ajustar a la misma velocidad.
Vendrás a buscarme en coche
y hablaremos de trivialidades:
del tiempo,
de libros,
de qué ha sido de nuestras vidas durante estos años.
Luego veremos juntos el atardecer
y nos arrojaremos verdades a la cara.
Sin saber,
si esto será el principio
o si esto se acaba.
A pesar de no recordar ya casi nada de ti,
el olvido se ha vuelto una galaxia inalcanzable para este ser humano.
Mientras las palabras siguieran volando lejos y libres, no le importaba seguir escribiendo desde una interminable caída.