Si te vas ahora, créeme que volveremos a encontrarnos,
en otra ciudad,
en unos años,
con otra compañía,
más decepcionados,
más resignados,
más vacíos y hambrientos
por haber aceptado las migajas
cuando teníamos el mundo entero.
El hilo de seda con el que construías el futuro, se convertía en alambre hacia tu pasado. Todo aquel que quisiera volver al equilibrio que habías construido en tu vida, tendría que pagarlo.
Septiembre tenía preparada
la última tormenta de verano,
olía a humedad en el ambiente,
se palpaba la electricidad por los tejados,
los sabios temían que sin agua de lluvia,
no podríamos volver a reinventarnos
y empezaban a agotarse los meses del año…
Todas matan,
la última resucita.
Tú decides cual es la última.
Resulta imposible demostrar la existencia de alguna deidad, pero está claro que el Dios de la guerra, tiene forma humana.
Quizá el mayor reto al que nos enfrentamos en la vida, sea reescribir las mentiras de la historia que venimos contándonos sobre nosotros mismos.
Acabar la historia es la meta
y yo no encuentro el libro,
aunque no deje de pasar páginas.
Voy por la calle paseando,
siguiendo los pasos que nunca dimos,
a la espera de que un buen día,
me lleven a algún sitio.
Siempre supiste que cuando el presente no avanzaba,
era porque habías pisado trampas en el pasado,
una red tejida de errores,
un anzuelo a cualquier barco encallado.
Por eso siempre llevabas entre los dientes,
palabras afiladas de futuro.
Una optimista en ciernes.
Pasamos todo por alto
y tocamos fondo con el cielo.
Borraste las canciones, las palabras, los paseos y las tardes en tu piso.
Para que la historia se sostuviera no debían quedar testigos.
En el fin del mundo se puede encontrar un nuevo inicio de historia, solo hay que ser capaz de renunciar a los hilos que limitan la distancia de nuestros pasos y dejar que el mar ahogue lo que nosotros no pudimos.
La realidad lleva años ignorando a la razón,
no veo por qué fuera a ser diferente en este caso.
Sigo mirando el correo, aunque ya no espere a nadie ni a nada.
Es un acto reflejo, poner mi ilusión en las palabras, mientras camino por este silencio que me mantiene en vilo, porque rendirse es solo para batallas y la guerra no acaba hasta que yo no la de por ganada.
Lo tuvimos a nuestro alcance,
pero no fuimos capaces de quemarnos las manos
por frenar una mecha tan corta.
Y se escapó.
Como fuegos artificiales en el cielo,
sin luz, ni aplausos,
ni colores iluminando sueños.
Solo un gran estruendo de puro silencio.