La hilandera de la vida,
sabe más de rotos y remiendos
que de hilos rojos del destino.
El silencio se volvió un producto de lujo. La gente tardó un tiempo en darse cuenta, de que este nuevo placer, solo podía disfrutarse con la persona adecuada.
He puesto mi foto,
en tu imagen de contacto.
¿Romántico, verdad?
Si algún día llega la necesidad imperiosa de llamarte,
recordaré qué es para mí lo más importante.
Corres y corres,
hasta la extenuación,
para sentarte a esperar trenes que nunca dejan la estación.
No sé que ha ocurrido esta semana, que no he vuelto a pensarte. Supongo que a veces, solo podemos aspirar a una felicidad de lo más ignorante.
El sendero que elijas
no marca tu destino.
La piedra con la que tropiezas
no determina la forma de la herida.
Y en tu viaje encontrarás
pocas cosas realmente irreversibles.
Olvidad por un momento todo lo que habéis leído sobre magia:
las pócimas perfectas, los hechizos ancestrales, los polvos de hadas o los sacrificios rituales.
Yo leí aquellas palabras, escritas hace cientos de años y el recuerdo de ella volvió a la vida.
Decían que la señora mayor que vivía en la casa vieja del final de la calle, se alimentaba de otras vidas.
Me costó unos años vencer mi miedo y acercarme.
No mentían.
La encontré devorando las de todos mis héroes de la infancia libro tras libro.
Lanzaron al mar las expectativas que contenía la palabra «ideal» y las olas devolvieron el término «genial».
Estaba en su peso genial,
buscando su trabajo genial
y viviendo con su pareja genial.
Y todo volvía a funcionar.
En un mundo en el que los espejos no mostraban el interior, los demás eran los monstruos.
El tiempo y su manía de seguir adelante.
El cerebro y su esfuerzo por avanzar.
Tus circunstancias y el caos que generan.
Forman juntos un recuerdo.
Y yo me pregunto, cómo me recordarás.
La poesía y la alquimia se parecen enormemente.
Con la fórmula exacta, pueden hacer que una persona viva eternamente.
Decía siempre las palabras justas.
Casi se podría decir que les daba forma.
Una forma humana.
A la que abrazaba por la noche al acostarse.
En el vacío que había quedado en su cama.
Una vela sin fuego,
una bombilla sin electricidad,
una estrella que vive lejos,
una puerta que detiene un haz.
Tú eres luz,
aunque te niegues a brillar
Ella no conseguía escapar
de estas ganas locas de huir.
El mar sigue siendo el mar, aunque nadie se adentraría de noche en una bahía abandonada.
Las personas siguen siendo personas, aunque nadie se adentraría la noche del 31 en el planeta tierra.