Si necesitas escapar,
siempre estará abierta nuestra guarida,
«estrellas» sigue siendo el santo y seña para entrar.
Ya no estamos ni tú, ni yo,
sentados en aquella terraza mirando las estrellas,
pero el agua de entonces,
sigue lloviendo con la misma fuerza.
Si el tiempo me ha abandonado
en este reloj eterno,
que alguien limpie los cristales
mezclados con la arena del suelo,
porque en cuanto abandone este desierto
necesitaré darme el impulso suficiente
para poder seguir volando en este cielo.
Vuelve a buscarme,
más allá de esta niebla que me oculta,
a pesar de lo que esconden los huecos de este acantilado.
Porque volver será una gran aventura.
El hueco que dejó tu nombre,
tiene las letras contadas
y a pesar de todo,
algunos días siento
que el vacío se agranda.
Tu equilibrio en plena inestabilidad
sostenida de manera uniforme en el tiempo
demostraba tu poderosa fuerza de voluntad
pero exigía un inminente cambio de vientos.
Voy liquidando las cuentas
que hice a los 9 años
sigue ganando la ilusión de entonces
a los miedos que van llegando.
Aún te preguntas dónde está el detonante,
como si pudieras colocar toda la pólvora
y sentarte a esperar a que aparezca alguien
con la suficiente chispa en la mirada
como para desencadenar
una lluvia de fuegos artificiales.
La mayor virtud de la coleccionista no era poseer infinidad de recuerdos, sino la capacidad de aislarlos de lo transcurrido antes y después, para darles su verdadero valor.
Siempre tendré impresa en la retina, la mejor versión de ti misma. Porque ahora nos despedimos sin vuelta atrás, pero siempre podrás regresar a buscarte en mi mirada.
Lees por encima de mi hombro estas palabras según abandonan la punta de mi pluma. Porque yo sigo escribiendo mi historia, pero quiero empezar esta página contigo.
Soledad contigo.
Soledad sin ti.
Al menos esta vez,
soy yo la que decido.
No existía ningún hilo rojo.
Estaban unidos por cuerdas de arpa,
la vida iba pasando entre ellos
haciendo que la música nunca terminara.
Los niños nunca estuvieron perdidos,
solo se escondían de la vida
mientras sus cuerpos no dejaban de envejecer.
Suenan sirenas en la noche
aunque no se oiga ni un alma,
pero aquel que preste atención lo sabe:
el viento trae susurros,
de una huida anunciada.