Quiero hoy escribirte algo lento, por lo que merezca la pena detenernos. Yo creo el precipicio y tú la forma de que crucemos. Yo hago la playa y tú cómo vamos a disfrutarla. Yo soy la vida y tú la manera de llevarnos a lo más alto.
Su belleza estaba construida sobre una base invisible de cristal. En cada abrazo hallaba una nueva forma de sostener, durante un breve periodo de tiempo más, toda aquella fragilidad.
Mirándolo todo desde la distancia,
aprendí que tú buscabas una cura
y yo una casilla de continuación.
Para no expandir el daño,
hiciste de la cuarentena,
un destierro lejos de mi salón.
A ninguna estrella errante le preocupa cuando llegará a su destino, ellas viven del viaje.
La primera vez caímos juntos.
La segunda me arrastraste.
A la tercera va la vencida: voy a olvidarte.
No hay segundas oportunidades, pero aquí estamos, rebobinando hasta desconocernos y construyendo de nuevo, en el único lugar en el que coexistiremos eternamente: la música.
A medida que pasan los años de nuestra vida, las cosas que nos ilusionan van decayendo. Por ello, sería un error dejar de hacer aquello que nos hace felices, por considerarlo infantil, raro o estúpido. La sonrisa es el antídoto del tiempo.
Pudiera ser por la voz de los seres humanos, que no se oyera el traqueteo de los corazones equivocándose día tras día hasta llegar a su destino final.
Aunque vayas sin armas me atracas a punta de pistola, robándome de la boca los versos y de la punta de la lengua las palabras.
Nos encontramos como dos coches de choque que han tomado toda la carrerilla del mundo. El impacto nos hizo alejarnos de pleno, pero en el cielo quedó remanente una chispa eterna.
Te aterraba saber, que alguien pudiera leerte con tanta sencillez e hiciste del destino, una maldición que sufríamos lo dos cada vez que nos volvíamos a ver.
La mujer bala caía siempre en las redes,
pero nunca conseguía impactar en el corazón que anhelaba.
Las calles arden y tienes frío cruzas los brazos para evitarlo y en el centro de ese abismo me encontraste tropezando con tus pensamientos.
Bien harías en culparme, por convertir los desperdicios de un amor en una obra de arte perenne, hasta que las palabras lo descubran y de nosotros renieguen.