Hazme reír hasta que mi vida parezca una dramedia,
en la que cada carcajada,
compense varias penas.
Te escribo esta carta de despedida a la vieja usanza, porque el papel es finito, pero la voz solo se acaba con el último suspiro y hasta entonces, no quiero decirte en voz alta: adiós, se feliz, cumple tus sueños.
Ningún verso dedicado
es injustamente merecido
aunque algunas musas se empeñen,
en hacer cenizas del recuerdo.
Tú que sabes buscarme las cosquillas y encontrarme los momentos, en que la tristeza necesita de un abrazo. Solo tú.
Entonces hablamos sobre lo ocurrido, mucho tiempo después, recordando que fuimos niños que también se equivocan y de una fisura en el asfalto, comienza a crecer un jardín de recuerdos.
Demasiado jóvenes para entender, que estábamos destinados a ser…
Demasiado mayores para creer que este tipo de historias aún puedan ser…
He cambiado la aguja y el hilo
por la tinta de heridas pasadas,
escribiendo como en mis inicios
te he visto sonreírme desde la cama,
aunque hace tiempo que te has ido,
eres feliz sobreviviendo en mis palabras.
No parece que vaya a llover.
Mas cuanta gente lleva siempre abierto un paraguas en su interior.
Como aquellas veces que nos levantamos demasiado rápido y el mundo gira y se vuelve borroso, yo seguía esperando que el mío se estabilizase, cerrando los ojos y dejando que el viento me guiase hacia buen puerto.
«Ojalá no te hubiera conocido». Fueron tus últimas palabras al marcharte.
Sin embargo, te llevas en las maletas los sueños que cumplimos.
Son ligeros como el viento, mas se volverán una carga pesada, cuando acabes de aniquilar mi recuerdo.
Ese nombre. Era ese nombre maldito, que varía según la persona, pero que todos llevamos grabado a fuego en algún lugar de la espalda y que cuando alguien lo pronuncia, los demonios nos asaltan.
– Prométeme que pase lo que pase, en un año estaremos tumbados en la playa.
– En un año pueden pasar mil cosas.
– En eso consiste la fuerza de esta promesa.
Tal vez y solo tal vez, si dejamos de creernos predestinados por el amor, aprendamos a querernos como dos seres humanos imperfectos, luchando por mantenernos unidos en este mundo de perpetuo caos.
Quizá sea verdad, que el ser humano nunca llegó a inventar la máquina del tiempo, porque si no, no me explico que en toda esta vida, no me hayas vuelto a buscar.