El niño miraba por la ventana del tren esperando encontrar, entre sus túneles, otra civilización que no le decepcionase.
Supongo que las casualidades que nos unieron una vez, hoy, también nos están echando de menos.
Vivimos de la inmediatez pero buscamos la eternidad y aún así anhelamos de vez en cuando, algo único que quizá nunca más vuelva a pasar.
Es ahora cuando quizá nos demos cuenta, de que debimos plantar todo lo que amábamos en nuestros adentros. Ya que es el único lugar en el que siempre podremos guarecernos.
Se tu misma
y no aceptes
que te quieran
como eres
sino
por lo que eres.
Somos el producto de nuestras decisiones, mas aún nos queda un futuro de elecciones que nos sitúen en el lugar que queremos ser.
Sigues diciéndole al mundo que ya nada puede romperte. Pero temes el día en que alguien llegue y empiece a remover los añicos que quedaron clavados en tu espíritu.
Nunca aprendí a perder
solo a afrontar los duelos
como si fueran ya algo habitual de mi vida cotidiana.
Lo cual no quiere decir
que no vaya a echarte de menos.
El temor a la soledad nos acabará encontrando
y no habrá tiempo de huir a ninguna parte.
Suerte que nunca estamos solos
porque hemos apostado mil veces por nosotros mismos.
Nadie te ha mecido tanto como las palabras,
pero sigues sin poder pegar ojo,
hay un sueño que podría liberarte,
pero está atrapado en un trabalenguas
y hace tiempo que no dices dos verdades a medias.
El tiempo se parece mucho a un ferrocarril,
cuanto mayores sean las pasiones con las que alimentas su fuego,
más rápido llegarás a tu destino.
Los días nos consumían,
nos apagaban como a una vela
que sabe que aún le queda guardada
toda la cera posible para dar,
cuando esté fuera de este vendaval
que nos rodea.
Eliminé tu número y tus redes sociales,
porque no hago más prisioneros
que los recuerdos imborrables.
Quizá sea más sencillo
dejar nuestras cometas a merced
de las corrientes del tiempo
y cuando pase este vendaval
buscar una soleada playa
en la que podamos volver
a volar juntos.
Somos esclavos del tiempo que nos ha tocado vivir, responsables de lo que decidamos hacer con él y libres de hacerlo, o no, con todo el optimismo que podamos generar.