Borras tus huellas con el esmero de un explorador experto, que un fatídico día descubre que ha eliminado el sendero de vuelta hacia el único lugar del mundo donde una vez lo quisieron.
Construimos un puente entre nosotros hecho entero de cerillas. Ardía todo a nuestro paso, hasta el dolor de la caída.
Nunca renegué de una experiencia. Por eso te digo que me alegro de haberte conocido y de que fue un placer aún mayor el día en que conseguí desconocerte.
Si te levantas con la suficiente fuerza, todos pensarán que has caído de pie, pero el cuerpo nunca olvida lo que el suelo le hizo aprender.
Fuimos y volvimos,
pero nosotros,
nos quedamos por el camino.
Todos nos sentimos diferentes,
pero pocas personas nos hacen sentir especiales.
En una sociedad que nos enseña a odiar nuestros defectos, no hay mayor historia de amor que la de aprender a querernos a nosotros mismos.
Antes de tomar decisiones, escucha atentamente por qué caminos resuenan del futuro, los ecos de tu risa.
Creer que ya seremos felices cuando consigamos determinada cosa, es como esperar que una bengala pueda iluminar toda una noche sin luna.
No quiero llegar a ser ese nombre vacío en las páginas del diario de tu vida. Vete o quédate a llenarlo de historias.
Nadie es insustituible, pero qué duro es vivir bajo un cielo con cada vez menos estrellas.
Nosotros mismos debe ser: el mejor lugar al que ir cuando estamos bien y el mejor refugio en el que descansar cuando todo vaya mal.
Al final el viento se acaba llevando todas las palabras y no distingue entre gritos y susurros. Por eso he cincelado tu nombre en este corazón de piedra.
Esperamos encontrar la pizca que no llegaba nunca, hasta que al final tuvimos que admitir, que nunca llegaríamos a ver la luna llena. Una eterna creciente, que había dejado de crecer.
Escribir es, a veces, una tarea de leyenda: sacar oro del mundo de los sueños, sin quedarse dormido en el intento.