Decide bien cómo vas a tratarte,
porque llegará el día en que nadie más pueda salvarte.
Flotas en dudas
sin tomar decisiones
para que tu miedo a las alturas
te proteja de las malas elecciones.
Tu silencio amortiguaba los pasos de mi despedida,
hasta que fue como si nunca hubieras estado en mi vida.
La Tierra sigue en pie
porque has elegido no mirarme,
porque por esos ojos haría arder el mundo.
Mi alma se ha ido limando con el tiempo:
una pasada por mis decisiones
y otra por el caos del universo.
No quiero más malas noticias,
si no puedo abrazar tu tristeza,
ni tampoco buenas,
si no puedo verlas en tu sonrisa cuando me las cuentas.
Algo cercano al olvido le visitaba cada noche,
pero despertarse junto a ella mantenía vivos los recuerdos.
Desde tu cristal
admirabas la belleza del mar
pero no escuchabas el sonido de mis olas
rompiendo contra la costa.
Encontré todo el tiempo perdido,
ahora bésame lentamente,
quiero gastarlo todo contigo.
Necesitábamos un poco de normalidad, aunque fuera fingida, para desconectar de aquella realidad que nos consumía un poco cada día.
El nuevo día vino a buscarle como algunas veces el destino llama a nuestra puerta: golpeando suavemente y esperando que seamos lo suficientemente valientes, para no culpar al viento del miedo a un cambio en nuestras vidas.
Puedes pasarte la vida, buscando el reloj que marque nuestra hora y no lo encontrarías. Porque nuestro tiempo solo existe, si juntamos nuestras agujas en el ahora.
A veces olvidaba el agua, pero nunca las compuertas, que evitaban que en cualquier instante su vida se inundara.
Aunque esta carta en la botella, acabe llegando a las redes de millones de desconocidos, déjame decirte claro: que ni te quiero, ni te olvido.
No podemos volver al pasado, ya no cabemos por la cerradura de tanto que crecieron nuestros sueños.
No sé si serás capaz de encontrarte en estos versos, pero yo no dejo de recrearte en mis palabras.