Al ser algo tan nuestro
lo dejamos crecer sin miedo
hasta que llego el día
en el que el silencio
se había apoderado de todo
y no hubo ya espacio
ni para la despedida.
Tienes dudas sobre ti misma porque hay demasiado ruido y no escuchas a tu voz interna que canta, y con música, se puede llegar a cualquier parte.
En un rincón de la cocina, un electrodoméstico se apaga. El olor a café inunda la casa buscando lo que fuimos. Pero nada de entonces ha vuelto a despertarse, el presente sigue dormido.
Al igual que cuando la luna está casi llena, mis palabras están siempre contigo, aunque no las veas.
Me pareció verte en un vagón, con la mirada vacía que tienen todas las personas en el tren por las mañanas. Tú que siempre fuiste diferente. Me pareció verte y no, no me percaté de que era mi cara, borrosamente reflejada, en un cristal.
Volver a empezar será una gran aventura, escalofriante, pero llena de infinitas oportunidades.
Desde ese día,
su playlist dejó de contener un listado de nostalgia y cicatrices, dando paso a canciones que llenaría de momentos especiales.
Me tatúo tus versos en el alma
como caligramas en forma de tirita,
que no llegan a curar nada,
pero tapan todas mis heridas
mientras el tiempo las sana.
Introduces tus manos por mi espalda
y yo te abrazo formando un nudo.
No hay mejor desenlace.
¿Por qué todo lo malo me pasa a mí? – decía Pandora cada vez que abría la caja.
Se ponía palos en la bicicleta, porque así al menos controlaba el daño que sufría al caer.
Ahora que este laberinto es nuestro, voy a dejar estas flores aquí, como una primera piedra que simbolice el principio de nuestro jardín.
Esta es una carta de despedida a tus miedos más profundos, no hay otro lugar en el que quiera estar que no sea aquí contigo. Con dos chubasqueros tu sonrisa y nuestras ganas, cualquier tormenta pasará deprisa, como si nada.
Se hace tarde para demasiadas cosas no es solo que el tiempo pase es que dejamos que nos arrastre a una espiral de «ya lo haremos» en una lista con cada vez más tachones y menos sueños cumplidos.