La luna sobre el río reflejaba que era el momento de ir a por más, sin error, solo más.
La tristeza que la realidad nos rocía, no podrá apagar la felicidad que supone, poder estar juntos en este día.
En la escalera de la vida, ningún peldaño es igual al anterior, por eso no sabemos el tiempo o esfuerzo necesario para subir al siguiente escalón.
Asumir que este viento no podrá modelar esta fragilidad, solo romper cristales eternamente irreparables.
Cuando estaba a punto de ser infeliz se autosaboteaba y el miedo ya no sabía cómo reaccionar en ese giro, provocado, hacia la felicidad.
Solo ella era capaz de transformar los pequeños errores, en nuevas historias que contar.
Hacer que los días cuenten
a otros días
que supimos vivirlos
a pesar
de las funestas garras del destino.
Cuando la página del libro ha pasado, ya no podemos volver a leerla, por lo que solo queda, confiar en la memoria.
Voy drenando esta tristeza de un pozo en el que cada día vuelve a granizar.
Ni una moneda de la fuente,
ni una estrella fugaz visible,
ni un trébol de cuatro hojas perdido.
La suerte eres tú
que estás hoy aquí conmigo.
Vaciarme de ti
me dejó sin aire
y volví a respirar
para llenarme
de mí.
Los golpes contra la ladera
solo hicieron mi ingenio más afilado.
Quien te parte
y quien más tarde te reparte
se llevarán siempre la peor parte
porque se van a quedar
sin todo lo maravilloso que aún tienes que dar.
Parte de mi mente
huye a sitios
en los que la otra mitad
no se puede permitir
estar.
Hacerlo ahora por el momento
y no más adelante por el recuerdo.