La trampa del orgullo es que nunca devuelve el tiempo perdido.
El camino que elijas hará la travesía diferente, pero a la larga, tener un rumbo claro es lo que hará llegar hasta tu objetivo.
Esta nueva realidad
se construye con tu ausencia
y es una irrealidad
que deconstruye mi cabeza.
Te buscaba por todas partes
y tú a veces aparecías
y yo siempre lo llamaba destino.
Cuando solo era tiempo y mi atención puesta en tu recuerdo.
Caigo pero no me hundo.
Grito pero no pierdo la voz.
Evito pero no olvido.
Es el precio del dolor.
Nada ha cambiado
sigo enfadado como aquel niño
solo que esta vez
hay un odio adulto
contra este mundo.
Me siento
al borde de los sueños
donde aún
se puede oír tu voz.
En esta travesía
por las oscuras profundidades
Tú eres la luz,
el tesoro
y el aire.
En aquellos días
los recuerdos se pagaban
en unidades de dolor.
Al séptimo día de buscarte a tientas, en la cama, encontré tu cuerpo idealizado, como una esencia que huía por la ventana. Despertaba sabiendo que empezaba a pasar página.
Por una especie de instinto, me giro sobre mí mismo y descubro que se me ha caído la bufanda. Acto seguido pienso en la de cosas que habremos perdido casi sin darnos cuenta.
Nunca encontrarás el amor a primera vista en un espejo. Aprender a quererse es cuestión de trabajo y tiempo.
No importa cuánto dure la escala que hagamos en nuestra vida, porque sé que el siguiente viaje será contigo.
Al cerrar los ojos
aún puedo sentir
la lluvia infinita caer
en algún lugar escondido
dentro de mí.
Saltas
pero no llegas
y en cada viaje
tienes que volver
al inicio de las vías.
Ya no subes fotos de aquello que te daba soplos de vida, pero no dejas de actualizar tu cuenta con imágenes en las que finges ser feliz cada día.