Mi mente busca cualquier asidero
que le ayude a salir de este agujero.
Invisible,
como un viento torrencial,
Fuerte,
como la propia gravedad,
así es el techo que me impide
rozar la felicidad.
Las señales quizá no sean otra cosa que los puntos que vamos conectando una vez que todo ya ha ocurrido.
Cuando la única salida es por arriba, el precio que se paga es una cama elástica de realidad: Cada golpe contra el suelo nos eleva un poco más.
Nuestro efecto dominó aún reverbera
mitad suerte de cruzarnos y mitad del querer encontrarnos.
Vivíamos aquellos días con la incertidumbre de que todo estaba a punto de cambiar a nuestro alrededor, pero con la certeza, de que estaríamos juntos en aquel vendaval.
La vida
no se mide en años
sino en experiencias trascendentales
y solo leyendo
la esperanza de vida
aumenta de lustros
a décadas.
Los científicos hablan de la inmensidad del vacío que existe en el espacio hasta que acaban encontrando un lugar desocupado en la mesa en días muy señalados.
Estaremos juntos
a pesar de cualquier distancia
porque cuando ríes y lloras a la vez
con una persona que quieres
ese lazo
perdura para toda la eternidad.
El mejor regalo
siempre serán
las personas que están ahí
para regalar.
Los años puedes empezar a contarlos desde donde quieras, la felicidad sin embargo, deja marcado en tu calendario la fecha.
El ser humano siempre será un rebelde, porque trata de poner orden, en un universo de absoluto caos.
El beso romántico bajo la luna, nada tiene que hacer con una mirada cómplice entre risas y un abrazo después.
Mis letras ya no puede seguir este abecedario, junto palabras y ahogo recuerdos por si pudiera salir de este mal sueño.
No vendas el humo
por el que no eres capaz
de arder.
De todo año que se acaba, sin importar cómo sea, debes aplicar siempre las 3 ‘R’:
Recordar, todo lo bueno y a los seres que perdiste.
Rescatar, lo que necesites para el siguiente.
Renacer, lo que tenga que empezar de nuevo.