La felicidad estaba
en el abrazo contigo
y no en el deseo del año nuevo.
Huías al futuro,
esperando que te trajera algún presente, como si alguna vez eso hubiera pasado.
Tengo todas las puertas cerradas,
amigos con los que algún día acabaremos visitando el infierno,
la guinda del pastel es vivir todo ello estando contigo.
Los que te queremos
nunca dejaremos
que toques el fondo
de estas arenas movedizas
no importa cuanto dure tu odisea.
A pesar del mundo
ella siempre tenía
una sonrisa para regalar.
Las historias que más nos repetimos en nuestras cabezas, son finales alternativos de aquellos momentos vitales que no pudimos acabar de una pieza.
Almacenamos tantos recuerdos
que luego no tenemos tiempo para recordar.
– ¿Qué está pasando? – preguntaba a menudo el pájaro azul.
– La vida – respondía siempre mi abuela – pero lejos de estas pantallas.
A seguir
Hasta que el dolor se vuelva un soplo de viento y no nos haga falta huir de los recuerdos, porque la nostalgia se ha vuelto un paliativo a la tristeza.
Ahí queda la perseverancia,
un paso por detrás de la tozudez
y uno por delante del mantenimiento a la larga.
Programaste la creatividad
y 1 buen día
te quedaste a 0
de originalidad.
La inteligencia artificial
nunca podrá procesar
que te sigo echando de menos
pero que ya nunca podremos hablar.
No volví a cruzarme con el pasado, claro era que seguía allí, sin embargo, las cosas tienden casi a desaparecer cuando nuestra atención se centra en las cosas realmente importantes.
Solo al vivir
sabremos
qué es aquello
que estamos buscando
y quizá,
nunca lo encontremos
más allá del placer
de seguir aprendiendo.
Los días pasaban con la inercia
de un muelle que avanza escaleras abajo
sin saber muy bien
dónde estará ubicado
ese último peldaño.