Hay que aprender a encajar
los golpes de la vida
porque algunos
son pura suerte.
«Todo depende de cómo juegues tus cartas».
Salvo que no es igual
participar por diversión
que por supervivencia,
ni empezamos todos
la partida
con la misma baraja
ni con las mismas piezas.
Con los años
he aprendido a valorar más
algunas renuncias
que determinadas mejoras.
Cuando la traición aparece
el escalón que te impulsaba
desaparece
y la confianza cae
hasta el punto de la tierra
donde nada crece.
La sociedad mide la debilidad
en función de la escala de dureza puntual
y no de la resistencia a la presión
sostenida de forma temporal.
Cada cierto tiempo hay que recuperar
determinadas tradiciones que tenemos
con nosotros mismos.
Quién pasa todos los cruces en ámbar,
debe estar dispuesto a chocar contra la vida.
Guardar en un frasco
cada momento valioso
como si fuera un grano de arena
de cada playa
pero de momentos felices.
Detenerse
y que todo siga girando
como una peonza que se aleja
ajena a la tranquilidad
que estamos creando.
Me duermo y vuelvo a soñar.
Sueño y vuelvo a dormir.
Pinto con tiza el sofá
para que sepan que fui
un intento fallido de amor
una actriz más de la sociedad.
De mis brazos
hacer un lugar
donde relajarte,
pararte a descansar
coger de nuevo fuerzas
de todas las veces que salió mal
y volverlo de nuevo a intentar.
En algún momento habrá que dejar
de intentar llegar más lejos
y empezar a caminar hacia nosotros mismos.
Qué crueles son algunos momentos,
que solo muestran su verdadero valor,
cuando ya no pueden volver a ocurrir.
Todos creyeron a Casandra
cuando ya era demasiado tarde
porque no pudieron contrastar
si su síndrome era real
o un recurso literario
para adornar la historia.