Trataba de generar felicidad
en aquella cápsula
en la que yo mismo me encerré
pero el aire se agotaba
y ya solo podía pensar
en estar bien.
Notaba que me faltaba el aire
pero había olvidado
que estaba atravesando aquella montaña.
Si por aquel entonces me pareció una derrota, hoy pienso que estoy ante la mayor victoria de mi vida, porque he apostado por mí.
Sujeto tus recuerdos
porque no quiero perderlos
pero me quemo las manos
en el intento.
Intento ordenar
los pensamientos que rondan en mi cabeza, pero pesa demasiado esta tristeza y todo acaba cayendo en un torbellino que parte en dos toda mi entereza.
Esas palabras no envejecen
cada vez que alguien las siente,
rejuvenecen.
Tu sonrisa feliz
cuando saltabas
a abrazarme
es una de esas cosas en la vida
impagables.
Cuando quieres empezar de cero es inevitable pasar algún tiempo en negativo, hasta dar con el número exacto.
Hay quién vive para estar en el filo y quién en la parte plana de esta navaja que nos intenta separar.
El cerco dejado
sobre la madera
por el mismo vaso
de forma intermitente
pero duradera
es la nostalgia
que permanece
mas no se queda.
Un poco de aquí
y otro poco de allá
voy leyendo a ratos
porque hace ya un tiempo
que me cuesta soñar
sin sobresaltos.
No hemos vuelto a coincidir
los atardeceres de entonces
ni la persona que yo fui.
Salí de la tormenta de arena
pero aún quedaba abandonar el desierto.
No se trata de cambiar
sino de volver a ser
como antes
de que la vida
te obligara a cambiar.
Qué fácil hubiera sido
correr hasta perder el aliento
dejar todo atrás tras una cortina
que nunca volverás a destapar.
Pero sanar consiste también
en que determinadas heridas
escuezan hasta poderse del todo cerrar.
En esta comilona de realidad
aún queda por digerir una barbaridad.
Siempre sentiré estar
en la edad perfecta
porque en algún momento
miraré atrás
y pensaré del ahora:
pero qué joven era.
Este mar en calma
algún día ensanchará sus aguas
para albergar todas las islas, oasis y playas que merecemos que formen parte de nuestra vida.
Aprendí a sobrevivir
y olvidé cómo sentir.
Concéntrate en lo que tienes, porque lo que no tienes
es imposible que lo puedas disfrutar.
No estaba ante uno de los mejores momentos de mi vida y, sin embargo, algunas cosas no habían dejado de mejorar.
Esta sensación constante
de arrancar y volver a calarme.
Al final, tuve la suerte de que nada de lo que dejé por el camino era estrictamente irrecuperable.
A boxear con tus recuerdos
para encontrar la paz con el pasado.
La sombra del gato se alargaba
hasta arañar la puerta de entrada
que permanecía abierta al tiempo y cerrada a nostalgia.
Hicimos una torre de recuerdos
para evitar que se las llevara el viento, pero no pudimos sospechar que subiría la marea hasta poderla derrumbar.
No se podía convivir con la soledad, pero se podía aprender a sobrevivirla de alguna forma.
El faquir entiende el dolor como parte de la vida, porque no coge atajos cuando su camino se llena de espinas.
Vencedores vencidos
quisimos ser queridos
pero fuimos
perdedores y perdidos.
Dejé tres historias sin contar al otro lado de este precipicio, esperando que al volver, tuvieran otro inicio.
¿Dónde quedaron los niños que sonreían como amigos en aquella fotografía?