Una vez aceptamos
nuestra propia fragilidad
empezamos a hablarnos
con una mayor bondad.
Vuelvo a recorrer
aquellos recuerdos con las aristas más finas, que cortan, pero con perspectiva, terminan curando las heridas.
Se rompió el hechizo
y pude leer entre tus palabras.
El desagüe
dejó de necesitar tanta tristeza
y sobre la bañera
se creó un equilibrio
que podía seguir sanando.
Luchamos
contra viento y marea
pero nosotros
éramos la tormenta.
Tarde o temprano tenía que pasar
empezando por el final
o terminando al principio
daba igual.
El cuerpo acaba encontrando la forma,
aunque sea en contra de su propia voluntad.
No somos de quien se queda, porque no todas las formas de permanecer son buenas, sino de quien nos ayuda a hacer del camino, un sitio más fácil de transitar.
Aunque mi mundo era sostenido por cuatro elefantes que, a su vez, se apoyaban en el caparazón de una gran tortuga, mi galaxia estaba en calma.
Tu autosabotaje
nunca permitía
idear un plan B.
Toda una generación
de niños perdidos
que nunca pudieron
ir a Nunca Jamás.
Se echó a perder
porque nunca supo ganar
así que solo jugaba a recuperar.
Las grietas del asfalto,
monedas que tintinean en algún oscuro y viejo callejón, en donde cada encuentro, es un choque de almas perdidas de dolor.
El vapor del café que espera,
crea las brumas del que desespera.
En el libro de arena
cada página es una hoguera
que saltar siete veces.
Lo que sobrevive al fuego
trae un año de buena suerte.
Los recuerdos
pasan subidos en un carrusel
por tu mente,
elige bien los que merecen
pagar el peaje.
Las series que dejamos a mitad, ya no volverán a vernos,
verlas acabar.
Ningún puzle se completa
a base de incrustar piezas
en los lugares donde nunca podrán encajar.
Esperé eternamente en una taberna de Imre, para que al tercer día, pudieras acabar de contarme tu historia.
Cuando estaba a punto de partir
me dijiste aquello que llevaba tanto tiempo esperando escuchar, pero dejé tu carta sobre la mesa dormir, porque no la iba a necesitar en el lugar al que me dirigía.
El olor a parque y a verano,
me lleva de vuelta a los juegos, a correr por la hierba y a los sueños de niño.
Me llevaste
a lugares en los que nunca quise estar y me convertí en una imagen desdibujada de lo que un día fui.
Hagámoslo
como si esta noche
fuese a durar
toda la eternidad.
Hoy brindaremos
por todas las balas
que supimos esquivar.
A donde me dirijo
no puedo llevarme todos los recuerdos,
porque han dejado de pesar lo mismo.
Tratar de recordar
nuestro tiempo juntos
y quedarme mirando una pared vacía,
donde hace mucho tiempo habitaba un reloj
que marcaba nuestros segundos.
Buscabas el amor
en lugares en los que
nunca te encontrarías
a ti misma.
Me volví etéreo
de todo y de todos
solo una sombra de lo que fui
quizá me vieras pasar
por los pasillos,
si consiguieras aguantar
durante dos segundos
sin parpadear.
La tristeza
me quitaba la energía
para eludir la soledad.
Las canciones
suenan con otra melodía
para que no me recuerden a ti.
Escribiendo recupero la voz de todo el tiempo perdido.