Avanzar implica renunciar
porque es imposible ascender
sin soltar.
Nos hicieron débiles a la vulnerabilidad de los demás
con la responsabilidad de ser el único héroe que les podría salvar.
Ya no quedan regalos por abrir
porque los escondimos en lugares imposibles de encontrar.
Reinicio el juego
pierdo toda la partida
cargo lo que aún me queda
curo viejas y nuevas heridas
y suceda lo que suceda
tengo yo todo el posible control
de la vida que me queda.
Desconecto el universo
que existe más allá de mi ventana
apago el teléfono móvil
en el aire solo queda la calma
de estos días tan raros
entre el techo y yo
mirándonos.
El héroe triunfó
obligándose así
a encontrar
su verdadero propósito
en la vida.
Nos quedan aún
muchas noches de verano
que vivir
y unas cuántas de ellas
serán de las que no se pueden olvidar.
En la habitación de al lado alguien olvidó apagar la televisión,
dejándome de fondo una película que no soy capaz de quitar,
pero que no puedo dejar de oír.
Sigo haciendo borrones
pero en ninguna vuelta de esquina hay una cuenta nueva
esperando mi partida.
El día que la punta de mis pies
choque con el filo de mis talones
¿habré alcanzado la felicidad o solo estaré cansado de correr?
Aunque cualquier giro
parezca hoy una forma nueva de autosabotaje, hay momentos en la vida que es necesario estrellarse, detenerse y volver a recuperarse.
Hace un rato
que las verdades
se me atragantan
porque vienen acompañadas
de todo el peso
de una realidad amarga.
Perdí el control
sobre todo
lo que tenía control
sobre mí.
Ella conocía diez canciones
para cada circunstancia que acontecía en la vida.
Más que buscar un balance, había que aprender a vivir en el desequilibrio constante.
Porque salvarte a ti mil veces
pudo ser mi perdición.
En los libros que escribimos
toda nuestra identidad
hay tachones que comienzan
pero no sabemos hasta dónde llegarán.
Este silencio siempre vuelve
aunque lo intentemos acallar
como una partida en tablas
que no podemos terminar.
Apunto tan alto
como sube la marea
y la resaca del océano
me devuelve al punto Nemo de la tierra.
En mi línea de flotación
yo seguía a la deriva
sacando la cabeza
para respirar
momentos de libertad.
Recorro la pista
para ver a dónde me lleva
es un misterio envuelto
en la más profunda de las nieblas
pero tengo que resolverlo
aunque la distancia sea eterna.
El tiempo
siempre se pondrá de tu parte
para recuperar
aquello que sea recuperable
y perder
lo que no sea imperdible.
Quizá esta vez
mi suerte caiga boca arriba
como un gato que sabe
que ha errado el salto
pero sigue su camino
por los tejados.
La biblioteca
vuelve a estar llena
de libros, hojas y palabras
pero las historias se han ido
a acompañar a quienes más lo necesitaban.
El peor síndrome del impostor es que se te caiga una careta que no sabías que tenías, pero por algún motivo necesitabas.
Nos liaremos en enredaderas
que no detendrán nuestro camino porque en algún punto del futuro nuestros tiempos se habrán unido.
Buscar
cuántos cambios podemos dar
sin llegar a alterar
nuestra esencia más personal.
Un día empezó a correr
para salvarse de la tristeza
hasta que su vida
se volvió una carrera
en la que siempre estaba
demasiado cansada.
Conforme el tiempo pasó
determinadas cosas que parecían inamovibles cambiaban a menudo de ubicación y aquellas que estaban ilocalizables se clavaron firmes en los límites de mi mente.
Cambiamos la punta del iceberg
pero fue insuficiente
para no naufragarnos.
Desde que atisbó el doble sentido de la vida, no pudo volver a mirarlo sin una pizca de sarcasmo.