Tarde o temprano se encontrarían, ya no como compañeros de aventuras sino como viejos amigos en un cruce de caminos solitario.
La soledad era el peor de los castigos desde que había empezado a odiarse a sí mismo.
Ella seguía sin hacer nada para cambiar su tediosa vida. Un día su mente no aguantó más y se perdió en un mundo de fantasía.
¿Transmitir los hechos tal cual sucedieron o borrar los recuerdos que detestaba ahora que era el cronista de su propia historia?
Un día él apagó las luces del escenario.
Ella siguió bailando eternamente a oscuras.
Tal y como había prometido.
El rencor, la ira y el miedo desaparecieron.
No hay segundas oportunidades.
Cuando el tiempo se acaba damos lo mejor de nosotros.
Y no olvides hijo, por funestos que sean sus finales, aquellas amistades que jueguen papeles cruciales a lo largo de tu vida.
A veces hacemos promesas que no cumpliremos, tan solo por seguir conectados mediante un pacto imposible. Como volver a vernos.
Me pregunto a veces dónde está. Sin embargo, no aprecié el tiempo que pudimos haber tenido y debo ser consecuente con mis errores.
Por eso.
Justamente por eso sonreía.
Por esos momentos que duran apenas unos segundos y necesitamos una vida entera para asumir.
La creatividad es como una luciérnaga. Si la guardas en un tarro, su luz se volverá tenue hasta extinguirse. Debe volar libre.
Seguía flotando a la deriva de días insustanciales, esperando que el tiempo no olvidase todo lo que había invertido esperando.
Al igual que aventuras, gente interesante y buenos tragos, todo camino tiene sus charcos de barro y hay que aprender a cruzarlos.
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Sep 12, 2016 at 5:43 am
Amazing! You know I love your blog!!!
Francisco Martiñán
Sep 17, 2016 at 7:17 pm
Thank you 🙂