Seguía bebiendo chupitos hasta vomitar.
Un sustitutivo efímero ante la imposibilidad de encontrar la botella que estaba buscando.
Nunca dejé que la realidad afectara a todo aquello.
Yo la recordaba perfecta,
y perfecta permanecería en mi memoria.
Tal vez encuentres este mensaje dentro de unos años,
y aunque no me respondas nada, quizá recuerdes todo lo que fue entonces…
Aquella despedida era difícil de asumir, pese a haber pasado tanto tiempo que ya nadie lo recordaba… …o eso pensaba ella.
Cada vez que alguien lee un libro, este aprende una forma distinta de contemplar su historia a través de los ojos del lector.
Al final no es tan fácil encontrar lo que buscamos, por mucho que una parte de ello nos haya pertenecido desde siempre.
Convencido de no merecerlos seguía robándole besos cincuenta años después.
Empezamos lanzándonos bolas de nieve que el tiempo fue haciendo crecer de forma imparable. Pero la esencia se había derretido aquel verano.
Siempre recuerdo aquel día. «La tradición al alba»
Hasta que robaste la ‘d’,
y aquella fecha quedo eternamente maldita.
Me dije que siempre recordaría aquel momento.
Sin embargo la memoria, a menudo, elige esconder aquello que pueda hacernos daño.
Si tras haber recorrido miles de kilómetros andando solo no se encontraba a sí mismo, al menos volvería siendo alguien diferente.
Aunque nuestras acciones determinan lo que somos, sería injusto juzgarlas sin habernos leído primero el comienzo del libro.
Y cada noche en el espejo miraba temeroso, en sus ojos, si al final se había convertido en aquello que llevaba años fingiendo ser.
Si esperas un segundo puñetazo, significa que el primero te hizo tanto daño, que ahora miras la vida desde una posición defensiva.
El tiempo seguía ahogándome, ya fuera varado en la calma de los días o aumentando el nivel del agua hasta dejarme sin aire.