Por más alto que gritara, la voz de la razón no podía evitar que cada noche ella le echara un poco más de menos.
Si los seres vivos venían del agua, no era de extrañar que al llorar se les fuera un poco de vida mezclada con sal y amargura.
Solo supo que padecía vértigo cuando permaneció demasiado tiempo en lo alto de la escalera, sin subir al siguiente escalón.
Al mirar en su interior esperando ver los demonios de los que todo el mundo hablaba, solo encontró un vacío espeso y profundo.
Sigo pensando que debemos crear nuestro propio calendario, aunque la vida se empeñe en marcar determinadas fechas.
Y hasta aquel día nunca había hecho apuestas de futuro, por lo que no podía recordar todo lo que le debía desde entonces.
Cómplices del crimen que el tiempo estaba perpetrando, hicimos oídos sordos a las señales y nuestro silencio acabó por matarlo.
Era imposible escapar.
Aunque él cerrara los ojos, ella seguía tatuada en el interior de sus párpados.
Encontrar algo sin buscarlo puede ser fruto de azar, suerte o destino.
Y esa era la clase de cosas que yo quería en mi vida.
En ese lugar que no es olvido ni recuerdo,
que no puede quedarse ni desaparecer,
donde el sueño no me alcanza,
ahí te llevaré.
Todo el mundo me decía que no debía vivir en el pasado, pero aquel era el único sitio donde siempre podría encontrarte.
Te vas sin estar aquí,
es hora de dejarte marchar,
mi soledad y yo nos las arreglaremos,
para explicarle a nuestra locura que te vas.
La felicidad que es tu camino y no tu meta, que dura un instante y es incierta, que la persigues y conmigo nunca la encuentras.
En sus dudas más profundas,
atrapado sin oleaje,
el azar seguía barajando en el nudo,
condenándole a infinitos posibles finales.
Prometieron no despedirse más, por si alguno de los dos finalmente se rendía y se encontraban con un adiós sin ninguna posibilidad de enmendar.