Arrancó la página para tenerla siempre presente aunque siguiera pasando otras. En ella había algo que no debía olvidar.
¿Qué fue de aquel enero en el que yo era tu repetido propósito de año nuevo? Pasarán los meses y llegará con sus ladrones.
Al mirarte veo el viento. Eres invisible. Libre. Estas en cualquier parte.
Iba a ser para siempre
la lluvia de esta tormenta
las ganas de dormir un poco más
la calma que nos mece huyendo de esta tempestad.
Allí estaba otra vez la sensación de querer algo irracionalmente, cuando se tiene o se puede tener algo ciertamente mejor.
Era mi luna errante y desobediente,
pendulaba ajena a los ciclos
algunas noches volvía a casa
siendo tarde, siendo distinta.
Si aguantamos un minuto mirándonos a los ojos intensamente sin besarnos, es que ya es demasiado tarde como para salvar el barco.
Sé que te vas
¿Qué decir?
¿Te echaré de menos?
Nunca fuiste de quedarte por aquí.
No me arrepiento de nada.
Solo se feliz.
Entre tus experimentos de ciencias y mis historias de letras existe un vacío donde la química no explica lugares ni fechas.
Nunca fui tan crítico con tus faltas de ortografía como cuando te empeñabas en escribir aparte nuestros puntos y finales.
La noche que la conocí me di cuenta que estaba medio loca y me pregunté si existiría cura alguna para la otra parte.
Habían llegado a un punto en el que ya poco quedaba por decir.
Ahora debían pensar que caminos tomar.
Ahora había que elegir.
Quizá porque finales de febrero puede hacer que todos los perros ladren a mi paso y yo respire caótico en mi nueva alma de gato.