Una vez conseguido,
olvidamos cómo lo habíamos ganado,
solo recuerdo que tuvimos que rendirnos
antes de empezar a lograrlo.
Cerrado, secreto y a veces oscuro, pero lleno de lecciones. Así es el camino de mi pasado y orgullosamente lo he recorrido.
Empieza mi circo,
empieza mi función,
haciendo eternos malabares,
para tener todas las espadas de la partida
y tomar una decisión.
Aprendimos que para encontrar tesoros había que usar mapas.
Y que las mejores cosas de la vida se encuentran sin seguir rutas marcadas.
Al tiempo volvió
pero ya nunca fue lo mismo
y no por ello fue peor
porque distinto a veces
puede significar mejor.
Cada domingo le decía:
-Preparaté que mañana es lunes.
Y el niño acabó viendo ese día como el principio de todas las aventuras.
No todo el mundo puede romperse en mil pedazos, para eso hay que haber luchado por al menos mil y un sueños.
A pesar de que los giros rara vez entienden del camino que recorrieron.
No podía seguir huyendo.
Debía enfrentarme a mis miedos.
Sin cinismos lo diré bien claro: de todo aquello aprendí que la bondad tiene un límite y que me odiaba por haberlo sobrepasado.
Tuve que resignarme y cambiar aspectos de mi vida, simplemente para que la base continuara firme y me llevase a donde quería.
Dije mil palabras,
tomé desvíos,
atajos,
y malos pretextos
para una mala disculpa que no merecías
y de la que yo aún hoy me arrepiento.
El hecho de saber que estaba perdida, y que quizá lo hubiera estado siempre, no hacía que quisiera llegar a ningún sitio antes.
Mi ánimo era la voluntad de un niño con un cubo lleno de pintura negra y blanca. Según qué color predominara. Lo hacía mi alma.
Buscando la quietud total descubrí que aquello era lo que me estaba matando Yo necesitaba acción Necesitaba ganar luchándolo.
Intentando que el corazón razone y que el cerebro sienta comienza una lucha eterna hasta que uno se rompe. Locura o tristeza.