Lo nuestro fue un amor de probador.
De ajustes e intentos,
de indecisión,
de no combinarnos a tiempo
y 15 días de devolución.
Si bien es cierto, que nos dieron la oportunidad de elegir los finales, qué complicado resulta acertar la fecha exacta.
Los días estaban contados
pero de pequeños dejamos de llevar la cuenta.
Ya no podemos recordar,
solo disfrutar lo que nos queda.
Cuando todo cambió
me decidí a huir bien lejos.
Viajar te da las herramientas para volver al principio,
partiendo desde el final.
No entiendo cómo nos encontramos de nuevo.
Debe ser que nunca dejé de buscarte,
porque ni el azar justifica ya tanto encuentro.
La mala suerte de buscar
cosas que hace tiempo se perdieron
y como consecuencia encontrar
aquellas que ya no son lo que fueron.
No es que se hubiera apagado la llama,
es que simplemente un día,
dejó de interesarnos el fuego.
No nos damos cuenta de hasta que punto ciertos hechos nos han cambiado hasta que un viejo amigo nos mira con ojos de extraño.
A veces, tanta racionalidad junta, solo es la muralla que contiene una insaciable locura.
De un tiempo a esta parte
hay algo que no me funciona bien ahí dentro
y me da miedo asomarme
por si no me encuentro.
Ella seguía con el corazón en camuflaje
porque su guerra no había terminado.
Como tantas otras veces terminó sin acabar
con un pasillo inmensamente estrecho,
sin puertas,
y con mucho tiempo para andar.
Me reconcilié, un poco, conmigo mismo
cuando recordé lo andado
porque cuando las cosas van mal
es fácil olvidar el pasado.
Se quedó con el único capaz de construir, cada día, algo diferente con los trozos que habían quedado de ella.
No había en su mirada una pizca de cordura.
Pero existía, en cambio, racionalidad en su locura.
Y alguien sabría encontrarla.
Sigo con la sensación de que últimamente la mayoría de finales están durando más que los principios.