Cuantas veces maldecimos la tormenta, sin apreciar, que algunas cosas solo podemos dejarlas atrás cuando arrecia el vendaval.
Probablemente no te olvide mañana, ni pasado mañana, ni al día siguiente…
Aunque no tenga realmente motivos para recordarte.
Cuando entiendas este baile,
vuelve a buscarme.
No quiero verte perfecta
como en las fotos,
solo despeinada.
Como tú eres.
Radiante.
El reloj marcaba la hora de un momento que no llegaba nunca.
El lenguaje del orgullo es un silencio que espera y agoniza.
Y que solo la muerte vestida de palabras lo acalla.
Tienes que soltarme
porque estamos precipitándonos
hacia un abismo inevitable.
Tú puedes salvarte
pero yo no.
Es demasiado tarde.
Son esas brechas de la vida.
Momentos
que marcan un antes y un después,
que nos cambiaron
y a los que ya no podemos volver.
Había sido como un bello cuadro clavado en la pared de su vida.
Al marcharse solo quedó la sombra negra que el tiempo deja.
Vacía.
Si la vida son ciclos,
espero tener la suficiente fuerza,
para saltar a tiempo del tiovivo
y caer contigo
en la siguiente vuelta.
Las palabras no sacan el veneno
pero alivian el dolor de la herida.
Fue tan complicado
reinventar las reglas
y seguir dejando un remanso paz
al que volver,
cuando empezáramos a romperlas.
Otra vez.
No puedo culparte
por que te quisieras salvar.
A veces desearía poder olvidar tan rápido.
Como hiciste tú.
Como hizo la verdad.
Que cuando el alma se llena de cicatrices, es casi inevitable reabrir viejas heridas para hacer hueco a nuevos recuerdos.
No todos los amores merecen ser recordados
y sin embargo
cuántos llevamos colgando al cuello,
que llegan incluso a ahogarnos.
Te di mi noche
como pude darte mi vida
pero preferí enseñarte parte de mis cartas
para que tú te arriesgaras a jugar la partida.
Deja de buscar finales de cuento.
Ni yo soy Lancelot,
ni tú la princesa del reino.
Quédate en este mundo.
Imperfecto.
Pero nuestro.