Algo debe de ir mal cuando nos enseñan a no perder trenes, en vez de a recorrer el mundo buscando estaciones.
Todo en esta vida tiene un precio
y mi orgullo se quedó sin la fianza
con la que seguir apostando por este amor en bancarrota.
Como ella era imaginativa y adicta al riesgo, se aferraba a aquellas posibilidades más remotas, las que mayor caída tenían.
De todos los lugares que ha recorrido a lo largo de su vida, solo pagaría por ver a dónde va cada vez que cierra los ojos.
Y suspira.
Nada desespera más, que saber el tiempo exacto que queda para algo, a lo que aún le queda mucho por llegar.
Llevaba una cuerda atada a la piedra de salida, por lo que fueran como fueran los finales, podría volver al punto de partida.
Mordimos el polvo
y empezamos a escupir tierra de por medio.
Porque hay secretos a voces,
que es mejor mantener en silencio,
no sea que un acto de valentía,
acabe por desencadenar un incendio.
No deja de sorprenderme la facilidad con la que ciertos recuerdos, que parecían anclados para siempre, un buen día desaparecen.
Todo lobo solitario teme – y evita – las noches de luna llena por exceso de compañía.
Me niego a aceptar aquello de que el tiempo siempre acierta y nosotros estamos en el momento equivocado.
Llenaba los campos de sal
porque la vida nunca le había dado una segunda oportunidad.
Recuerda siempre los lugares que han visto tu mayor tristeza, en ellos se encuentra la brújula para cada vez que te pierdas.
Fuimos,
una rosa de papel
en una perfecta talla
carente de espinas
que quedaba a merced del viento
las noches de tormenta.