Quien nada busca
deja:
al azar decidir lo que encuentra
al destino llevarle por donde quiera
y a la suerte dispararle a ciegas.
Si el tiempo que necesitaras para conseguir algo fuese el mismo que luego lo tendrías.
¿Por qué te sacrificarías realmente?
Fuimos
Las puntas de una herradura curvada
siempre al borde de unirnos
pero separados por un vacío
que ninguno de los dos llenaba.
Intentabas sobrevivir
en ese mar de lágrimas
luchando a contracorriente
con cada brazada fuerte
te des-ahogabas.
El robot intentaba repararse a sí mismo pese a no tener las piezas necesarias.
Como un ser humano con el corazón fragmentado.
Tu maquillaje brilla
pero no se proyecta con el sol
y yo hace tiempo que
solo me fijo en las sombras
de tu sonrisa al despertar.
Hasta la máscara mejor disimulada,
teme que la persona atrapada debajo
se acabe rebelando contra el carnaval que ha creado.
Dimos tantas vueltas sobre la línea
que acabamos por borrar la raya
que separaba el presente del pasado,
la realidad de la nostalgia.
Todo recuerdo compartido
pierde la mayor parte de su esencia
cuando la persona para rememorarlo
hace tiempo se fue de tu vida.
La importancia del equilibrio
para aquel que nunca cae de pie.
Toda espera tiene:
paradas para abandonar
rutas alternativas hacia ningún sitio
y zonas donde parece que el tiempo no avanza.
Algo habremos hecho
para que sea merecido
el habernos encontrado
en un punto tan concreto
después de habernos perdido.
Tanto.
Te espero
donde no llega la nostalgia
para que los recuerdos no me cieguen
y solo haya un futuro
que hable de nosotros,
de lo que viene.
La única forma de cruzar el laberinto racional,
que hacía las veces de muralla defensiva,
era recorrerlo en una espiral de locura.
Recuerda que apostamos nuestras emociones a una mano
Que cuando todo acabe, no habrá vencedores;
solo supervivientes o vencidos.