Alargar los finales,
solo atrasa los principios.
Hay que estar seguro de que lo valen.
No quería ser reina
que sale vencedora en soledad
prefería ser la dama que,
rodeada de iguales,
se arriesga a perder la partida.
Y una noche más, fingiremos ser inmunes al daño que nos hacemos.
Al despertar, cada uno se irá a casa con su arrepentimiento.
Cada mañana la bella durmiente fingía seguir maldita, para que el príncipe la despertara con un beso.
Al no llegar voces del futuro,
hicimos de los recuerdos un pasado incierto.
Inventando un destino que no hiciera promesas en vano.
No hay mayor inundación
que la que sufre una persona
que vive bajo la incesante tormenta
que nunca llega a descargar.
Y envejecía
cada vez que un recuerdo feliz
cruzaba su melancolía
como una estrella fugaz.
Y de tanto arriesgar para sobrevivir
llegamos a un punto más allá del precipicio
donde las despedidas pierden el sentido.
El subconsciente es el purgatorio más terrenal que encontraréis:
Hace soñar con las causas pendientes del pasado una y otra vez.
Sigo anclado al precipicio
donde nos asomamos cogidos de la mano.
Has huido.
Yo sigo volando.
Es imposible pasar página
cuando la historia forma parte de tus dedos.
Tras la duda producida
por la igualdad en la balanza
a daños equitativos,
se obligaba a elegir el mal menor.
Se desequilibraba.
Más que el sueño en sí mismo, lo que importa es la intensidad con la que palpita el deseo de lograrlo en el alma del soñador.
Y cómo no iba a haber cierta peligrosidad en su mirada,
si los pilares de su vida,
eran tornados que destruían todo a su paso.
El último esfuerzo es la forma de demostrar que puedes dar más,
antes de rendirte,
aunque no te lleve a un objetivo inmediato.
Cuando estamos listos
No podemos elegirlo
Ni forzarlo
No entiende de relojes
Llega cuando debe,
nunca antes.
Así es el olvido.