Siempre buscaba que el viento le golpeara en la cara para que su vendaval interno solo pareciera una suave brisa.
Pese a los fosos, las armaduras y las murallas… nada nos protege de la disyuntiva de perder o de tener que abrir nuestra alma a esa persona.
Parece que algunos viejos sueños
llegan un poco tardíos.
Suerte que guardé en una cápsula del tiempo las ilusiones para poder cumplirlos.
Y que si tal como dices
no puedo cambiar tu destino,
hagamos de esto un viaje
por el que merezca la pena
perder el libre albedrío.
Haya guerra o paz,
en mis condiciones de rendición
siempre aparece escrito tu nombre.
Estaba sumido en ese momento,
en el que no sabes si ya tiene sentido
volver a la vida de alguien,
cuando todo va a ser distinto.
Ganaba a todos los juegos de azar,
perdía siempre que apostaba por las personas de su vida.
Porque hay que intentar
hacer que las cosas funcionen siempre
y no esperar
a que se estropeen
para tenerlas que reparar.
Siempre guardo las piezas sin sentido, las extrañas y las que nunca encajan.
Cuando el tiempo pasa,
acaban encontrando su sitio.
Qué difícil resulta tratar de extinguir un fuego cuando el azaroso viento no deja de avivar sus llamas.
«Aquella sería la última vez que nos veríamos»
Resulta duro decir eso de alguien.
La esperanza de un reencuentro nos acompaña hasta la muerte.
Dejemos que la distancia tenga su victoria completa.
No lleves mi recuerdo a tu espalda.
Mereces alcanzar todos tus sueños.
Sin cargas.
Y nada podrá ya cambiar todo aquello,
excepto la verdad,
que es capaz de destruir la mentira más perfecta.
Solo acepto
vivir bajo un techo
que tenga como límite las estrellas.
Siempre se puede más.
Y si tiene que llover,
que llueva.
Para aquel lector anónimo,
un escritor se hacía famoso,
cada vez que cuadraba un verso
con el estado actual de su caótica vida.