Al final de esta guerra
seré un loco o un profeta.
Hasta que el tiempo decida,
de este sueño nadie me despierta.
Más que la introspección,
son los lugares en los que ponemos los pies, para llegar a los demás, los que nos enseñan quiénes somos realmente.
Decidieron subirse a los tejados para ver a dónde llevaba la carretera. Atrás quedaban los escritos que nunca serían olvidados.
En esta ruleta emocional.
Donde negro es sí
y rojo es no.
Siempre sale cero entre los dos.
Ahora todo parece,
una mentira mal contada,
unas dudas irresolubles,
un sentido que se deshace,
un recuerdo que arde en llamas.
Hasta que te fuiste,
no descubrí cuánto me había echado de menos.
Un reencuentro entre viejos amigos que el tiempo hizo extraños.
Creo que tus brazos pueden exprimir todas mis penas.
Y el vacío que me queda dentro, siempre tu sonrisa lo llena.
Solo oía el eco del mar cuando venía
pero nunca cuando se iba.
Como tantas despedidas
que el silencio deja flotando a la deriva.
Subastaba palabras
al peor postor
y a los ricos les cobraba
su silencio por dos.
Hacías los incendios calculados
y los simulacros improvisados
para que nunca le quemara un adiós.
He pintado de memoria tus 17 lunares en un trozo de cielo.
Para recorrer de noche a oscuras,
las estrellas que solo yo veo.
Acuérdate de aquellas noches en pleno mayo.
Tú te tenías que resguardar
del invierno tardío
el perenne vacío
y de lo que ya no volverá.
Algún día tendrá sentido
que cada atajo,
cada larga travesía,
cada vereda escondida…
Me lleven al mismo callejón sin salida.
Tu recuerdo es
el inexistente último peldaño de la escalera,
que siempre me hace volver a caer.
Ajustamos cuentas
y en tu futuro salía
«ha de volver».