Siempre que tenía un deseo,
pedía monedas de chocolate.
Las princesas podían quedarse con sus castillos.
Ella quería ser pirata.
Te has equivocado hoy,
para poder acertar mañana.
Porque el impulso de una subida
casi siempre lo da una bajada.
Yo no quiero finales de cuento,
quiero presentes radiantes.
Pocas cosas acaban felices
cuando hay sentimientos por medio.
Te guardé como el niño que esconde
su peluche bajo la almohada,
para que sus miedos infundados
no le roben la joya más preciada.
En un punto de la historia real
decidiste asesinar al destino.
Creaste tu propia verdad
a base de borrarme de tu camino.
No creo que esté encantada,
la persona que llegue a tu vida
y vea mis fantasmas
sobrevolando tu casa.
Las lágrimas que vertemos en el desierto,
nos acompañan mientras lo cruzamos
y son el agua que nutre el árbol
de un nuevo comienzo.
Sigo avanzando por esta cacharrería
dando palos de ciego
a la espera de que un día suene música.
En las relaciones,
como con los imanes,
cuando la conexión de uno de los elementos no se hace de cara,
se acaban por repeler.
Que un tren no es una locomotora,
un mp3 no es un vinilo,
y tú y yo,
ya no somos lo que fuimos.
Me considero,
Héroe para los míos,
Villano de mis enemigos,
fiel a los merecedores
y hacia mí: nunca me he dado por perdido.
El miedo a la marea
nunca le impidió dejar huella.
Sigue intentándolo,
hasta que los finales parezcan principios
y llegues hasta donde tengas que llegar.
Incluso más allá.
Ya no siento ni padezco
tampoco sostengo más de lo que pueda cargar
solo espero y enloquezco
hasta que el milagro pueda llegar.
Me dejaste descalza
sobre un suelo de espinas
de las que hice mi playa,
mi refugio,
mi eterno salvavidas…
Nos hicieron pensar que las personas podían ser como cuchillos, cuando en realidad, con cualquier parte pueden herirnos.