Ella estaba dispuesta a sostener una brizna de hierba con tal de no caer en el acantilado de la verdad
Con el «Y si…» por bandera, tapaba los remiendos de una realidad que poco le agradaba y convertía los atardeceres en eclipses de sol.
Porque en su mente, cada filamento irreverente formaba una larga cabellera por la que su reformado príncipe volvería una noche a por ella.
Y serían felices.