Por el instinto de supervivencia emocional.
Cada uno se agarra a la mentira que mejor le conviene
y la esconde en el sótano lo mejor que sabe.
Siempre repetía el mismo ritual de encender dos velas:
-Una por el sueño que cumplía.
-Otra por el que vendría.
Y soplaba.
Y que si no salimos ya
de esta zona de confort,
puede ser que,
echemos raíces
profundas en la base
y con grilletes
en sus ramas.
De las que nunca,
nos podamos ya soltar.
Me preparé para una guerra
que no llegó a estallar nunca,
pero dejó esparcidas por el suelo,
tantas ilusiones como promesas tuyas.
A veces solo intentas crear algo bello de la decepción:
Escribiendo
Pintando
Componiendo
Creando…
O simplemente
sonriendo.
Te preocupas demasiado
o ya no lo haces nada,
cuando pierdes algo
o a alguien
de forma continuada.
Algunos días,
tu mente vaga como una colchoneta en medio del agua
y las cajas de pensamientos
van chocando contra tu cabeza
sin que puedas hacer nada.
Jugador empedernido
que siempre antes de marcharse decía:
«Hasta que la suerte nos separe»
y volvía a lanzar los dados
en otra partida.
Me calaste bien
como la lluvia a un sediento
que no sabe que se avecina una tormenta eléctrica.
Recuerda mientras puedas,
que para olvidar,
ya tenemos el resto de nuestras vidas.
Venían las voces de todos lados:
-Ven
-Vuelve
-Sálvate
-Huyamos
Y yo solo podía escuchar a la que decía:
-Sigue, alcanza lo que merezcas, nos vemos en la línea de meta.
Me hice a prueba de balas
de tiempo, de silencio y de distancia
pero nunca pude defenderme
del vacío de recuerdos
con los que me hacía la guerra
la almohada.
Fuimos a contracorriente
y la resaca no nos dejó
volver a tierra firme.
No llevan capa ni mallas,
no tienen superpoderes
ni fuerzas mágicas,
Mis Héroes,
son aquellos que han sabido poner,
banda sonora a mis momentos
y a mis experiencias, palabras,
con las que expresar
cada tropiezo,
cada interludio
y cada batalla.
Corría.
Cada vez más y más rápido.
Tratando de comprender
por qué siempre llegaba tarde
a un tren que no partía nunca.