Me preparo para una guerra
perdida de antemano
en la que la herida no cura
solo sigue aumentando.
Que este desierto no me encuentre,
sin haber llorado un mar de futuros imposibles.
La caída interminable
nunca impacta contra el suelo
solo te golpea cada esquina de la madriguera de conejo.
El tiempo vuela
y yo
me he quedado en tierra.
No sé dónde estarás,
pero tengo muy claro que siempre te llevaré dentro
y en mí vivirás.
Afrontar aquella realidad
era como tratar de atrapar el fuego. Cuando la parte consciente se acercaba demasiado, el dolor impedía a la mente seguir avanzando.
En noches como esta
tú enciendes todo el firmamento
de mi cielo,
con tu presencia.
Nunca tuve miedo a derrumbarme, porque también son bellas algunas ruinas y porque me levanto siempre con la fuerza de hacer una nueva maravilla.
Por cada recuerdo de más,
divido lo que te echo de menos.
Por las fisuras de este cristal se filtra el frío de un completo invierno.
Tus caricias
mitigan mis pesadillas
hasta despertarme a tu vera.
Caen las lágrimas de mis ojos
pero no lloro
la tristeza inunda cada compartimento de este submarino de guerra.
Estas cosas no te parten,
te resquebrajan por dentro.
El cariño que dejaste
en todos los que te rodeaban
se queda impregnado en estas letras.
Para que seas eterno,
para que vivan tus huellas.
Esta profunda tristeza
de escuchar ruido de llaves
y saber
que no serás tú
quien abra esa puerta.