Fuimos oxígeno cruzando marte
pero el piloto automático
nos llevo a distintas bases.
El tocadiscos seguía girando igual
con cada vinilo de mi colección,
pero cómo echaba de menos la música.
Te guardé
en una esquina doblada
del libro de mi vida.
Tardé tanto tiempo en volver a ser yo, que olvidé quién era, así que imaginé como lo hubiera hecho mi niña más risueña.
Los pensamientos intrusivos
se adueñaron del vagón del silencio.
La flor deshojada
siempre preguntaba
si mereció la pena tanta destrucción para solventar aquella duda.
No es falta de madurez
que siga sin firmar
el contrato de adultez
solo es un miedo irracional
a que mi niño interior deje de crecer.
Después de meses de enfado
te lloré una tarde de otoño
de camino al trabajo.
El paso del tiempo siempre obliga a un forcejeo con la memoria por mantener vivos determinados recuerdos.
No importa lo tarde que vaya
porque siempre me esperaré yo.
Dejé pasar miles de trenes
porque yo quería ser el andén
al que siempre quisieras volver.
a volver
a aprender
a caer.
Se escuchaban en sincronía total:
el silencio que venía siguiéndonos y los pasos de lo que nunca acababa por llegar.
No dabas pasos
sin llegar más alto
por eso tu vestido largo
estaba hecho de los escalones
que ibas dejando atrás.
Por contradictorio que parezca
me cuesta caminar sobre el hilo cuando las ráfagas de viento cesan.
La deriva
no deja de ser una caída horizontal, en la que chocas contra los muros, pero nunca llegas a tocar fondo.
El tornillo daba vueltas en el vagón de metro, tratando de entender por qué su humano había cometido la insensatez de echarlo a perder.
Las chimeneas se abrazan
porque saben que el mal humo
está solo en sus cabezas.
Todo pesa más
en ese equilibrio imperfecto
de ingravidez y esfuerzo.
Fue un invierno eterno
esperando la llegada del sol
por los abismos de salvación.
Si las corrientes de viento
abandonan mi cometa
negaré la gravedad
y cortaré la cuerda
porque solo quedará
planear hasta la meta.
Cuando te abrazo
me vuelvo un niño
que se siente seguro
que está protegido.
El mago se anclaba a ilusiones pasajeras
porque no era capaz de generar las suyas propias.
Tocar fondo
no fue suficiente
para perder el mal de altura.
Te anclaste en tus renuncias
y el barco de tu decisión no pudo llegar a alta mar.
Le robé un verso al silencio
para tratar de rimar
esta etapa de mi vida
con algún soneto
que un buen día podamos sentarnos a tararear.
La basura mental
que almaceno en mi cabeza
los días que no quiero ser yo,
no reciclo porque no distingo
qué podría necesitar para hacer una hoguera hoy.
Recorro como un viajero del tiempo las ruinas de mi pasado
tratando de sanar las heridas de fragmentación que dificultan mis pasos en el presente.
Esperando el milagro
pasó la noche en vela
con los huesos congelados
a que llegara la señal
que seguía tardando
una eternidad.
Llegó antes el tiempo
que el sentimiento
y solo pude capitular.