-¿Debería tener algún motivo para ser feliz?
-Serlo sin motivo significa no entender…
-A mi me gusta ser un ignorante a veces.
Escribiste nuestra historia en papel.
Por cada decisión que tomamos, tú escribías la contraria.
Ambos preferíamos la novela.
Los viejos sueños nunca mueren del todo.
Escondidos o disfrazados de sueños nuevos, siguen latentes aguardando su oportunidad.
Un día dejó de buscar la respuesta y empezó a cargar con la pregunta a todas partes.
En algún momento de su vida encajaría.
Podía tolerar las patadas, los insultos y las piedras que lanzaban. Pero habían herido su orgullo y alguien lo pagaría al alba.
Harían falta varias generaciones para comprender que las cosas más importantes de la vida no suceden en la pantalla de un móvil.
Quería guiar sus pasos hacia un futuro donde se sintiese orgullo de su pasado, superando así el abismo que frenaba su presente.
Y se empeñan en convertir los problemas en ríos.
Con lo fácil que es saltar un charco.
Llevamos haciéndolo desde que somos críos.
Había días que era mejor rendirse
Pero aguantaría mientras hubiese libros que leer, lugares que visitar y gente aún por conocer.
Y estaba a punto de perderla otra vez.
Por esa extraña sencillez que tienen para huir las cosas imposibles de retener.
Recordadme en este día.
Recordadme por cómo os amé.
Pero sobre todo recordadme para seguir existiendo mientras os veo crecer.
De todos los finales que encontramos: inesperados, anunciados o que nunca tuvimos.
Yo.
Sigo soñando no haberme despedido.
Contigo.
Un día nos propusimos crear una lista de cosas imposibles que creíamos reales.
Ella escribió «amor»
Comprendí que ya era tarde.
Cuando empecé a perseguirlo por hábito supe que la pasión se había extinguido por completo. Estaba listo para el siguiente sueño.
Exigir los mejor es complicado cuando lo mediocre es insuficiente y la vida no siempre te ofrece aquello que necesitas.