Incluso el trayecto más corto merece tener la mitad de una buena canción como banda sonora.
No dejaba de pensar que estaba escalando una montaña. Pero no era más que la pendiente de siempre subida sin apenas ganas.
No sé si será lo suficientemente bueno para ella, pero en sus ojos brilla una ilusión que nunca había visto. Y lo merece, eso y más.
Somos así, preferimos dar cabezazos contra el mismo muro que tener paciencia y seguir avanzando hasta encontrar una puerta.
No digo que fuese a funcionar,
probablemente era la idea más alocada que había tenido,
pero detestaba no tener la oportunidad.
La vida le obligó a madurar tanto que, cuando conectaba con su mente soñadora, las nubes no aguantaban el peso de su realidad.
Malos hábitos.
Las mismas calles a las que juramos no volver.
Y sin darnos cuenta estamos retornando a las viejas costumbres.
Podemos decir adiós las veces que haga falta.
Pero despedirse es recordarle a la mente que te has ido cuando me pregunta donde estás.
Pensaban que era como un robot carente de sentimientos. Pero él solo los tenía bajo control, siendo el mejor actor de sí mismo.
Fue una decisión simple, nada decisivo.
Entonces no lo sabía, pero siempre la recordaría como el principio de mi gran aventura.
La parte soñadora de su mente no era tan grande como la recordaba de niña.
Mientras tuviera la llave siempre podría agrandarla.
Soy como soy porque el mundo es como es.
Probablemente en otro momento, en otro lugar, serías incapaz de reconocerme.
Si bien aprendimos a encontrar un árbol concreto dentro del bosque, nunca nos enseñaron a ver un bosque dentro del árbol mismo.
Salía a la calle con carteles que definían su estado de ánimo. El miedo a ser normal le arrastraba lentamente hacia la locura.
Aquella foto y los recuerdos detrás,
de una vida que ya no es la mía
y una historia que se remonta hasta el día en que te dejé marchar.