Te busco
como si fueran las 4 de la mañana
y yo me levanto en un motel de carretera,
entre sudores provocados por una extraña pesadilla.
Recuerdo que fuiste a por hielo a la máquina.
El frío se quedó,
pero tú nunca volviste.
Si las almas son la arena del universo,
aprendamos a dejar huella sin pisar a nadie.
La suerte de haberte encontrado
después de todo
y justo antes de dormir.
Cuando no ves el destino cerca,
es complicado creer que algún camino te llevara hasta el otro lado.
Pero créeme,
acabaremos llegando.
Solo quien ha vivido mi infierno,
puede hablar mal de mis demonios internos.
Seguramente estas palabras
no lleguen a quien tengan que llegar,
pero si llegan,
espero que te lleven a donde te tengan que llevar.
Los pasos que se escuchan
cuando nos giramos y no hay nadie detrás,
son los de nuestra propia valentía,
pidiéndonos más y más.
Ya no escribo como antes,
será que mi mano ya no toca el papel,
como sujetando la nube de pensamientos que me envuelve
y en mi cabeza solo llueve palabras sobre mojado.
Si no hay
baldosas amarillas,
ni migas de pan
¿por qué regresar?
La magia se ha ido,
el cuento continúa,
buscando un nuevo final.
Su libre albedrío eran
dos maderas cruzadas
de las que pendían
hilos de recuerdos.
El cerebro puede llegar a olvidar,
pero el corazón siempre recuerda
a las personas que alguna vez lo hicieron vibrar.
El reloj va cerrando
capas de tiempo,
con un traqueteo suave
se lleva nuestro momento.
Elegido injustamente verdugo
de terminar lo nuestro.
Todos los recuerdos
se sienten lejos
todas las explosiones
suenan a silencio.
Hay días de pleno sol, despejados de blancas nubes, que siguen arrojando lluvia como si persistiera un temporal que solo existe en nuestras cabezas. Por nuestra eterna incapacidad de mirar más allá de nuestros ombligos.
Quizá, si seguimos avanzando, aprendamos a mirar con unos ojos diferentes y acabemos encontrando todo lo que nuestros propios puntos ciegos, nos estaban ocultando.