Pronto descubrió que no había salido, que aquello solo era un espejismo dentro del mismo laberinto. Otra batalla, otro amanecer.
Cuando el alba hizo su entrada ya formaban parte del mismo ente. Dos muñecos de nieve destinados a vivir de espaldas.
Tomar una decisión era tan fácil como echar una moneda al aire.
Luchar por ella hasta el final, algo al alcance de pocos elegidos.
«Nuestros caminos han de separarse, la vida debe continuar…» decía mientras apretaba con fuerza las agujas del reloj.
Era tan complicado hacer un salto de fe…
Negar la oportunidad perdida.
Saber que lo mejor estaba aún llegar.
Odiaba a la vida por intentar poner cada cosa en su sitio. Amaba su caótico desorden.
Dudó un instante antes de elegir. Aún había tiempo para aprender, sin embargo, el arrepentimiento duraría eternamente.
Todos vieron lo fácil que le resultaba escribir el final de su historia.
Pero nadie pensó en el esfuerzo por conseguir aquel libro.
¿Y si las cosas hubieran sido de otra manera? Se preguntaba mientras lanzaba una moneda al aire para tomar su siguiente decisión.
Saber que no era un héroe era lo que le convertía en ello.
Intentaba conseguirlo aunque no pudiera salvar a todo el mundo.
Siete vidas de curiosidad bien valían más que una de eterna incertidumbre.
No todos los errores eran finales, ni las despedidas tenían culpables, a veces todo se iba… sin más.
Fue duro descubrir que no era como pensaba, o como le gustaría ser, viéndolo en los ojos decepcionados de sus amigos.
Y los días dejaron de pasar para convertirse en historias…