No era triste,
ni alegre,
tan solo diferente.
De esa clase de «hasta pronto»,
que dejan abierta una infinidad de posibilidades.
Una moneda que no deja de girar.
Hipnotiza.
Las dos opciones se pisan.
Empiezan a pelear.
Hasta que ya no quieres ver qué caerá.
Escapar lejos solo era
otra barrera más de su raciocinio,
que seguía negando una realidad
en la que su corazón ya había elegido.
Guardaba fotos de los aviones que había perdido en su vida.
Solo para recordarse, que no todo se puede conseguir a la primera.
Bajamos las armas
y la ausencia dolía como granadas.
Todo el mundo quiere algo.
Pero solo algunos se quedan a esperar,
pocos rechazan los atajos
y casi nadie cree en ello de verdad.
Tan cerca como puedan estar dos personas que miran el ‘online’ de sus pantallas.
Tan lejos como el silencio les pueda situar.
Ciertos actos buenos que hacemos en la vida, pueden servirnos de eje temporal al que volver cuando nos hayamos perdido del todo.
Veo luces
y ninguna llega desde tu faro.
Cuando acabe la noche,
el amanecer me dirá
que vuelva a intentarlo.
Deshacíamos recuerdos rompiendo promesas que aún estaban por llegar.
Una especie de olvido hacia el futuro.
Después de ti
queda lo mismo que antes,
solo que la culpa imperante y yo
hemos hecho las paces
para que el camino
sea inolvidable.
El vértigo que da,
empezar una revolución
sin poder escuchar tu risa.
Al conocerse, le dijo que nunca había roto un corazón.
Hasta que en su despedida,
se vio sujetando los pedazos y el martillo.
No importa cuánto tiempo me lleve
pero acabarás queriéndote como te mereces.
Si no llegan las palabras,
inventaré un nuevo lenguaje.
Siempre pensamos en las balanzas,
pero el equilibrio también surge
cuando está bien rodeado
un epicentro que se hunde.