Aunque la noche sea corta y el amanecer nos traiga un futuro incierto hagamos de este sueño un lugar al que siempre regresar.
Te crees que soy tu media baraja de la que puedes extraer corazones eternamente, esperando que todo se solucione como por arte de magia.
He vuelto a aquel puerto en la bahía. Los tablones de madera se han podrido. El mar no ha cambiado, se mantiene siempre diferente. Pero esta espera ya no es la mía y las huellas que dejaste por la playa, hoy, podrían ser de cualquiera.
La mentira se fue contigo y hallasteis la felicidad.
La razón se quedó conmigo y nos volvimos locos de realidad.
Tanto tiempo sin abrazar a nadie de verdad, le producía la certeza de que el día que lo hiciera, se oirían dos corazones latiendo: el de la otra persona y un profundo y vacío eco.
Escribo para borrarte a ti y recordarme a mí. Porque todo mi fuego no se ha extinguido, a pesar de que últimamente solo haya estado lloviendo.
Conservo las alas. Volveré al cielo.
En la despedida ella abrió por fin los ojos y él no pudo evitar parpadear. Tardó demasiado aquel instante, nunca más se volvieron a encontrar.
Estuve en la ciudad del viento y me hice experto en caídas. Allí aprendí que la tierra siempre quiso hacer descender al cielo de su lugar entre las nubes, pactando con la gravedad. Pero él resiste como flotando, ninguna fuerza le hará bajar.
Más de mil maneras de morir por dentro y solo tu sonrisa para sobrellevar este veneno que a veces es la vida.
Construí un mundo perfecto hecho a nuestra medida, pero nunca dejaste que tus pies alzaran el vuelo.
Mi universo se volvió, un infierno en las alturas.
Todas daban al pasado, pero ella seguía abriendo puertas, hasta que encontrara aquella, por la que huir hacia el futuro.
La humanidad fue condenada a perder la escritura. Las letras abandonaron sus cárceles y se hundieron en el mar. Cada mañana, miles de personas se concentraban en las playas del mundo, esperando encontrar las palabras que regalarle a los demás.
Esa sonrisa suponía el final de muchas cosas. Cosas que llevabandemasiado tiempo existiendo y ya iba siendo hora de dejar atrás. Porlo que le devolvió otra de felicidad.
La diseñadora de interiores no sabía que hacer con el destrozo quetenía dentro.
Fuimos dos nombres escritos sobre el suelo. La primera tormenta nos hizo ser uno solo. La segunda nos borró completamente del sendero.