Solo somos los incumplidos propósitos de Año Nuevo de alguien que deseó que fuéramos perfectos.
Odiamos tantas cosas solo porque es más fácil que admitir que no tenemos el valor suficiente para tratar de conseguirlas.
Me quedé como un mar,
sin olas ni mareas.
Buscando en la bodega
el soplo de aire que tu risa
dejó guardado en la botella.
No es que tropecemos con la misma piedra una y otra vez.
Es que amamos la sensación de volar antes de caer.
A veces solo podemos aspirar
a que algo sea perfecto y real
durante un instante en el tiempo.
Porque es incapaz de durar más.
Me he pillado los sentidos,
con el lado corto de la mecha,
nunca he sido precavido,
siempre saltaba de cabeza.
Y cada vez era más complicado construir y recorrer senderos que unieran nuestros caminos con destinos que se iban separando.
Rompimos las reglas
y el mundo quedó a nuestra medida.
El amor se nos perdió
antes de haberlo encontrado
por buscarlo en dos cubos de basura
de distintos lados del extrarradio.
La vida me dijo que nunca jamás volveríamos a vernos.
Y aquí estoy, esperando como un niño
a que Peter Pan nos venga a buscar.
A todos nos llega el momento en el que tenemos que dejar de cruzar los dedos y empezar a trenzar las ganas con el esfuerzo.
No es casualidad que antiguamente situaran las emociones en el corazón
Una vez que dejas de sentir,
estás muerto.
El mensaje en la botella decía secamente:
«No he despreciado lo que he querido,
hasta que lo he tenido.»
Escribía para descargar sus recuerdos párrafo a párrafo, para guardarlos y volver a recuperarlos cuando el daño hubiera pasado.
Algo debe ir mal cuando intentamos insistentemente contentar a nuestro «yo» del pasado y no a aquel que está aún por llegar.