Siempre maldecimos el tren que perdemos, pero nunca damos gracias por aquel al que nos subimos por los pelos.
La abrazó tan fuerte que nunca más volvió a escuchar el eco en su pecho.
Nunca hemos sido enemigos pero si tienes ganas de huir existe un puente de plata que construí hace muchos años, por el que es fácil marcharse, pero imposible volver.
En esta guerra,
frente a la cantidad que nos alcanzan,
qué poquitas nos atraviesan.
Hablo de personas,
no de flechas.
Ya no soy quien fui
aunque a veces me entretengo
pensando en como sería el hoy
si yo siguiera siendo como entonces.
Adaptarse hasta reaparecer.
Las lágrimas de tu despedida me hicieron comprender, de la peor forma posible, el sabor de los besos amargos.
Pequeña bailarina del equilibrio consigues el balance necesario para que tus cargas no te catapulten lejos de tus destino.
Equivócate como si fueras a acertar mañana.
Si pudiéramos coger los pétalos de las flores que regalamos y montar con ellos un rompecabezas de momentos, me pregunto cuántos de ellos seguirían floreciendo con el paso de los días.
Nosotros es el único pronombre que empieza siendo indefinido, pasa de relativo a interrogativo, crece hasta hacerse personal, exclamativo e incluso demostrativo, pero nunca debe ser posesivo.
Escuchas unos apresurados pasos. El pasado huye, sin pensar que puede contagiar tu presente. Porque tú, en vez de enfrentarlo, corres por miedo a que te atrape, creando una plaga hacia el futuro.
La familiaridad está en las palabras, pero solo contigo me siento en casa.
Era una de aquellas cosas alegres, pero sobre todo tristes de escuchar:
-Todo ha cambiado demasiado, nada es lo mismo desde que no estás.
Ya no te busco entre los bares
ni en las letras de canciones
ni en las redes sociales.
No te busco y sin embargo,
vives omnipresente en todas mis realidades.