Me pregunto dónde estaré el día que la inspiración se vaya, que el río se seque y deje de arrastrarme por torbellinos de palabras. Me pregunto quizá, si para entonces habré alcanzado la playa sin haberme ahogado a la deriva.
Volveremos a encontrarnos: en la misma app de citas,
en el mismo punto de nostalgia,
en la misma calle caminando,
en el mismo recuerdo conjunto
y en cientos de reencuentros amañados por el destino.
Pero nunca en la misma página de nuestro libro.
Nunca temió por sus delirios de juventud,
ya que su mente no había envejecido nunca.
Han pasado los años, todo ha cambiado,
pero ella sigue sonriendo divertida,
cada vez que yo la beso,
como si aún fuera el primer día.
Una conexión ininterrumpida,
la química en cada beso,
eres el amor de mi vida,
pero no en este universo.
Lo más complejo no fue irme,
sino mantener la distancia
para que los hilos que aún nos conectaban
no pudieran enmarañar tu presente, ni tu futuro.
Quizá los expertos tengan razón
y lo mío sea una obsesión por la simetría,
pero creo que se forma una constelación
cuando coinciden tu sonrisa y la mía.
Nunca pensé encontrarte en una de mis poesías
y aquí estoy haciéndome el harakiri,
sosteniendo en alto la pluma como arma homicida.
Tu intolerancia a la realidad
te hizo evitativo por naturaleza,
huías a la fantasía con ansiedad
esperando encontrar allí todas las respuestas.
Agarra fuerte mi mano
o suéltala sin más
porque en cuanto demos un paso al frente
no habrá vuelta atrás,
nos estrellaremos estrepitosamente
o empezaremos a volar.
En sus ojos seguía preservando un bosque
que ningún ser humano había sido nunca capaz de talar.
Ella corría, volaba, huía, se enamoraba, rompía, se reparaba, pasaban los años, y morían los días.
En el fondo, casi tocando suelo y sin saberlo, esperaba por la valentía de perseguir aquello que siempre había querido.
Perseguía fantasmas del pasado porque era más fácil que enfrentarse a los miedos que le rodeaban en el presente.
Solo estoy aquí para decirte, que cualquier día es bueno para que vuelvas a buscarme, no hace falta que sea 14 de febrero, solo el primero de un universo infinitamente nuevo.
Siempre pensabas
que era un día de perros
y eso hacía imposible
caer siempre de pie como los gatos.