Saltaban girando en olas
impulsados por el viento
de tronco a tronco
como si la misma monotonía
les anduviera persiguiendo.
Tras encontrar todas sus debilidades,
comenzó a fortalecer sus virtudes contrapuestas.
Como caer y levantarse.
De noche esperó a que estuviera dormido y con una bolsa de plástico asfixió el sentimiento hasta dejarlo totalmente ahogado.
Existe un lugar en el que están todos los reencuentros que nunca tuvieron lugar.
Allí te espero.
Donde la muerte no pueda llegar.
Se fue cayendo
porque llevábamos prisa
por llegar no se muy bien a dónde,
pero corríamos
y la ilusión se quedo por el camino.
El calor nos pilló
sudando el frío invierno.
Las ganas hibernadas
se despertaron como un trueno
hacia nuestro verano perfecto.
Por más fuerte que sonriera,
nada.
Aquel maldito crío miraba más allá
de mi expresión facial
y no sin razón,
al verlo,
lloraba.
Creo que existe un vertedero
con los trozos que perdemos
cada vez que nos encontramos
y tomamos caminos de vuelta
separados.
Llegué a doblarme tanto
para sostener lo nuestro
que acabé por romperme
antes de dejarlo caer
y tú,
ya habías abandonado el barco.
Nunca dejó de sentirse
un intruso al abrazarla
como si en cualquier momento
ella fuera a detectar
que solo usaba los brazos.
Encontró sus ojos,
mirando en los de ella,
que reflejaban, a su vez, los suyos propios.
Y en consecuencia,
se hizo el infinito.
La tristeza
como cualquier otro elemento
es temido por muchos
respetado por varios
y algunos nos sumergimos buscando tesoros.
El problema principal surge cuando
la distancia no se reduce
y el olvido no deja de crecer.
Porque el nudo que un día te ahorcaba,
puede ser el mismo que corte la herida por la que te desangras.
En su maleta de viaje
ya no caben más recuerdos
y ya hace tiempo que corre contra el tiempo
incapaz de hacer hueco a los nuevos.