No quiero a alguien perfecto
como el de las redes sociales,
solo un pacto sin condiciones
de humano contra humano
que haga temblar a toda la galaxia
y que algún observador intergaláctico,
nos mire y piense:
esas energías han vuelto a casa.
Siempre supiste rearmarte de la misma forma
cada vez que te rompías.
-Será a mí manera o no será – decías.
Y es que a perseverante, nadie te iba a hacer nunca sombra.
Ponía una cruz, de lunes a sábado, por el día que terminaba.
Los domingos dibujaba siempre un punto, por la inflexión que comenzaba.
Recorría las playas saltando a la pata coja para ver si por accidente acababa tropezando con la felicidad.
Nunca necesitaste estrellas,
ni pistas,
ni noches,
ni parejas,
ni salones…
…para bailar mientras sonreías
haciendo de la vida, tu música.
Mientras tú saltas entre azoteas
yo sigo caminando por las calles de mis letras.
Nada va a cambiar,
sigues con tu esencia casi temeraria
y si algún día nos tienen que salvar,
solo podrán hacerlo las palabras.
Todos estamos partidos entre los borradores que escribimos y nunca nos atrevimos a hacer realidad.
Una estrella que no brilla puede seguir guiando si alguien tiene la voluntad firme de seguirla.
La valentía vive del espíritu de supervivencia, se esconde cuando empieza el daño y cuando toca seguir adelante, regresa.
Cargabas tu pasado con cadenas de hierro fundido.
Pasaron los años hasta que empezaste a llamarlo destino,
al que estabas inexorablemente atado.
Pasaste años buscando el lugar donde yacían los trozos de lo que fuimos, porque nunca fuiste lo bastante valiente para quedarte a vernos caer.
La felicidad es el instante mágico antes del primer beso: si se alarga demasiado, destruye todo el sentido.
Aunque no fue de nacimiento,
ni estaba escrita a tinta,
ni dejó cicatriz en mi piel;
la marca de tu recuerdo
sigue clavando sus colmillos en todo mi ser.
Creo que podría quedarme a vivir en tu sonrisa, si no fuera porque la vida se esconde en la intimidad de tu tristeza imperfecta.
En esta cápsula del tiempo te dejo:
A mi yo cínico, que nunca ha prendido el amor;
y a mi yo romántico, que nunca ha aprendido a decir adiós.