Aún nievan las cenizas
de un fuego eterno
que provocamos por accidente
y en los días de pleno sol
aún se respira en el ambiente.
Había días en que éramos solo dos: la carretera y yo.
El cuerpo debía aguantar hasta que la mente consiguiera desconectar.
Desde que te fuiste
los días del calendario van al revés
retrocediendo lentamente
hasta no haberte llegado a conocer.
Ningún ser humano sería capaz de crear una red que tuviera aquella conexión.
Que cada regreso
implique un aprendizaje
y si tengo que perderme
sea para encontrarte.
La libertad tiene un precio
que tu miedo a la soledad
no se quiere permitir.
Como si se tratara de un videojuego, verte me da vidas para seguir recorriendo mundos.
Por la noche
tus suspiros y los míos
se encuentran para bailar un tango.
Poco importa la distancia que nos separe durmiendo.
Una jornada sin escribir
¿Es un día de palabras perdidas o de silencios encontrados?
Como el sol, en los lugares más extremos al norte del planeta, cuando parece que vas a caer remontas de nuevo hacia el firmamento.
A la larga
acallar el silencio
nunca fue suficiente
para llenar tus vacíos.
Cada vez que mi cerebro utiliza reconocimiento facial,
tu cara desbloquea mi felicidad.
Conseguí crecer en la adversidad
y ahora voy a florecer donde yo quiera estar.
Un día cualquiera, como una guitarra que va perdiendo sus cuerdas una a una en plena actuación, me echarás tanto de menos que nunca más podrás volver a tocar aquella canción.
Buscas respuestas en tus madrugadas, por si leyendo despertaras en un sueño lúcido, en el que encontraras la libertad que sigues persiguiendo.