Tras pasar un tiempo en aquel lugar (y sentirme como pez en el agua) descubrí que los demás aspectos de mi vida naufragaban.
Te convertiste en esa sensación extraña que se queda cuando nos damos cuenta de que hemos olvidado algo, pero no sabemos el qué.
Y nos volvimos fríos, casi helados, porque se acercaba el verano y el calor podía llegar a matarnos si no estábamos preparados.
La espera del viaje
que nos lleva y se nos va
hacia una despedida inevitable
un término que no comienza
y empieza por el final.
Cuando me preguntes: ¿Qué pasó?
Diré que la vida,
que seguía moviendo las fichas,
avanzando sin tiempo ni razón.
Espero que sonrías y no odies el pasado.
Nadie puede romperte, aunque a veces cuando atardece, sientas que te partes en ayeres.
Cada vez que dejo las cosas al azar
pese a trucar los dados
a tener la suerte de mi lado
sigo perdiendo
aunque no deje de ganar.
A veces recordamos mejor
la vida que hubiéramos tenido
lo que podríamos haber sido
que lo que realmente sucedió.
Si tengo que escribir tu historia,
predestinarte como se hacía antes.
Te veo sonriendo,
no sé si conmigo,
pero eternamente feliz.
También sé que seré en ti el secreto mejor guardado para la siguiente persona que venga a tu vida.
Los sueños pasan
se van contigo
y yo me quedo con los ojos abiertos
aquí dormido.
Mi mano sigue buscándote por la cama
un juego a ciegas
donde la nada se junta con la nada
y los recuerdos con las tinieblas.
Voy a vivir sin moralejas
sin que mis pasos sigan ninguna dirección
buscando las piezas perdidas
de un puzle que nunca montaré.
Deja pasar un tiempo por si ocurre algo como en las historias.
Pasado ese plazo sigue adelante.
Porque no va a volver.
Cuando el destino esté marcado,
solo quedará en nuestras manos elegir los finales:
Que sean hasta nunca.
Que sean hasta siempre.